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Diciembre 5, 2006

Nefasto, la traumatología y la Serie Nacional de Béisbol

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - La insistencia de los traumatólogos y lingüistas españoles en calificar de trauma el desarrollo del campeonato de pelota en nuestro país no es más que otro vano intento por descalificar la autenticidad de lo cubano-revolucionario tras la influencia del elevado nivel calórico del churro consumido en la nación.

Según las conclusiones de un estudio efectuado bajo el título "Dime cómo te llamas y te diré quién eres", y/o "Es mejor el trauma que ocasiona caerse de un tejado que arrastrar por la vida el nombre Coleyanco", en cada serie de béisbol que se efectúa en Cuba salen a la luz pública los más íntimos abusos infantiles sufridos por algunos peloteros.

De acuerdo con la investigación realizada por estos especialistas en golpes síquicos, janazos corporales, lengüeteo soez y lenguaje púdico, el atentado en Cuba contra el normal desarrollo del niño no está sólo en suspenderle la leche a los siete años, impedirle pararse ante vidrieras de tiendas dolarizadas, o enviarlo a la escuela vestido de bombero por falta de uniforme, sino también en la elección del nombre.

Y en eso el campeonato nacional de béisbol tiene la mayor responsabilidad, agregan los especialistas, pues aparte de ser el evento de asistencia voluntaria más concurrido en Cuba, ha sembrado en cada progenitor el ingenuo argumento de que, para ser pelotero, hay que llevar por nombre algo así como una patada en los sentidos, salve sea otra parte.

Estas afirmaciones, sustentadas por los traumatólogos y lingüistas en el supuesto complejo y angustia que sufre un pelotero entre sudoraciones frías, temblores en las piernas, tic en un ojo, calambre en las orejas, retortijones de estómago y ganas imperiosas de orinar mientras espera a que pronuncien su nombre por la amplificación local, en un estadio con más de 50 mil personas ruidosas y despiadadas con los rivales de su equipo, constituyen un episodio traumático que se convierte en un acto alevoso contra el buen desempeño del jugador.

Argumentan que pararse en el home plate y escuchar: "Atención, en el cajón de bateo, con el número siete en su espalda: ¡Cooooooleyanco Rancoooool!", es una tortura sicológica, un atentado contra el buen nombre de la Real Academia Española de la Lengua -o de la lengua española, vos escogéis- y una sistemática violación de la privacidad del individuo a guardar en familia tan pesado fardo.

En ese mismo tono, y siempre vinculando esos nombres con abusos a la niñez, falta de amor a un hijo, batazo en la cabeza del primogénito y otras tonterías que intentan llenar la isla de José, Pedro y Manuel, los españoles citan en su estudio a Bumey Pérez, Axel Balgorría, Leugin Barraso, Dixan Rodríguez, Camilone Veloz, Odrismen Despaigne, Gorguel Martínez, Selme Angulo, Cosmar Cervantes, Danger Guerrero y Loavis Perán, entre otros que llenan de colorido y malas palabras nuestra serie nacional.

Pero sin necesidad de añadir a la epidemia a los que se inician con Y, como Yoarislevis Panamá y Yuriandi Nápoles, por sólo citar los de mayor sentido de identidad, es preciso hacer una breve acotación sobre la causa de tan ejemplarizantes nombres.

Los cubanos, cansados de seguir una tradición que nos llenó de pepes la cola de los agromercados, los cines y las cárceles, entre los sitios mayor frecuentados en una joven obra revolucionaria de 47 años de identidad, decidimos -en un gesto de independencia inigualable- poner los nombres de acuerdo al ruido producido por un tren, los estrépitos de un derrumbe, los gritos de aviso casa a casa de que salió el pan, y de acuerdo al ritmo cubano del regetón.

¿Podría alguien negar que Chuchuálinea Carril no está vinculada al sonido que produce durante su recorrido nuestro aguerrido y comejénico tren de palo Habana-Pinar del Río, orgullo de la nación primada en hacer circular estos armatostes?

¿Quién dice que Niovipracatán Piña no suena a balcón contra el piso, techo contra la cabeza o paredes derretidas de amor contra la tierra?

¿Osará cualquier estudioso español desmentir que Dulcepanecico Amor se encuentra entroncada con el olor y el sabor del pan acabado de sacar del horno?

Entonces, ante la legítima decisión de ajusticiar a nuestros hijos con nombres salidos de lo más auténtico de la cultura e identidad revolucionaria, exijo a los especialistas españoles que se dediquen mejor a los traumas producidos por los toros, y no a los que como aseguro yo, Nefasto "El traumatólogo", constituyen un acto de urticante soberanía.

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