Esta Sección



NoticiasDenunciasDocumentosArtículosOrganizacionesEnlaces
CubaNet

Mayo 19, 2006

Nefasto y La Innombrable

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Aunque hay personas que apenas (o nunca) nombramos, ya sea por deprecio, amor o indiferencia, el caso de una niña nacida el 6 de octubre de 2005, en Santiago de Cuba, es simple y llanamente porque no tiene nombre.

¡Se lo anularon! Quedó sumergido en la cuna y envuelto en los pañales y sueños desechables de sus atribulados padres. ¡Lo volvieron fantasma en el ritual burócrata de una legislación del Registro Civil de El Cristo, allá en el impar Santiago!

Y no por feo, impronunciable, ni por causar ahogos como Yusmisisleidys, taquicardia como Katiuska, o compulsión por dar alaridos y tirarse de los pelos como ante el despetroncante Teótima Broselandia, sino por estar en desacuerdo con nuestra educación, cultura y tradición.

Y ahí sí que no cejan las autoridades cubanas. La benevolencia y la comprensión tienen un límite inviolable ante lo que atente contra el caudal educativo de la patria, se aparte de forma escandalosa de nuestro acervo cultural, y ponga como un trapo los caminos de la tradición.

¿Cómo es posible que en un país de juanes y marías, de pedros y josefas, antonios y milagros, alguien pueda nombrarse Nichole sin que la tierra tiemble, los árboles se disparen hacia el cielo y en un Registro Civil se decida a poner en práctica una legislación que hace más de veinte años no era aplicada, pese a enfrentar oscuras tempestades patronímicas cuales Jennifer, Brian, Brean y las comunes Ashley, Aisha y Amaya, de tan fuerte arraigo en nuestra identidad?

¿Sería justo calificar de negligentes, lerdos o extremistas a estos abnegados cuidadores del ornato público en cuestiones de nombres, por sólo veinte años y millones de patronímicos indescifrables de demora en aplicar la legislación nacida en el año 1985?
¿Se puede llamar injustos, paranoicos, come catibía a quienes ven en el nombre Nichole y hasta en la variante Nicol propuesta por los padres, un algo subversivo, tal vez antipatriótico, contrarrevolucionario, en comunión con el más allá -léase a 90 millas- oculto tras las letras en clave de un patronímico desestabilizador por impronunciable?

¿Existe algún problema legal con que estos compañeros del Registro Civil se hayan asustado, ofendido, o simplemente decidieran rectificar sus apreciaciones después de veinte años y aplicar su poder burocrático y revolucionario en decidir hasta el nombre de una inocente criatura?

No podemos obviar que la rectificación es de sabios, y más de cubanos que después de meter la pata por más de dos décadas tienen experiencia suficiente para meterla por dos más hasta encontrar el rumbo justo, comedido, sin vaivén, saltos, choques contra la misma piedra, algo que les proporciona el título de experimentados, con apego a la ley, y otros méritos para seguir desbarrando por el bien y el equilibrio de la justicia social.

Si bien los padres tienen el derecho a ponerle a sus vástagos el nombre que les dé la gana, deben tener en cuenta la moderación, el buen gusto, y un alfabeto y un traductor a mano para deletrear el de sus inocentes niños, condenados a veces a esconder en sus alias y motes la vergüenza innombrable de llamarse Telesforo, Agapito, Esquicio, reducidos a Tele, Aga, y Ex, respectivamente, por sus condolidos amigos.

Hay nombres que duelen más que una pedrada en la cabeza, hacen sufrir tanto como una noche oscura bajo un aguacero, y sumen al condenado en una especie de radar con misil que ante la primera sonrisa al pronunciar su nombre hace cortocircuito, se dispara y le va para encima al posible burlón que a esa hora recuerda que también tuvo madre.

Es cierto que por la hermandad que nos unió a los rusos extendimos licencias, otorgamos premios y aplaudimos en público a los padres que voluntariamente sacrificaron sus hijos en el altar de la patria socialista al nombrarlos Stalin Pérez, Volokolams Martínez, Zuleika García y Varinka Gómez, entre otros patronímicos tan dignos, que por el alto honor de llevarlos ruegan cada día se los trague la tierra, donde de tan profundos no puedan pronunciarse jamás sobre esta Isla de nombres indomables.

Pero ese acto de justicia con nuestros ancestros eslavos -recuerden que el bailarín ruso Nikolai Go-Gó bailó un danzonete con nuestra Ma´Teodora en las Alturas de Simpson- no significa que cualquiera pueda nombrar a un hijo como le parezca, pues existen amos y patrones de conducta que dictan legislaciones hasta para eso.

Sólo por ese lazo cultural fue que nos anudamos al olor a mofeta en celo de un ruso sudando bajo el sol del trópico, que comprendimos su rumoroso idioma de torrente de truenos, y que aceptamos sus pasivas armas para cuidar el bien.

Además, deben recordar que en Cuba no es como en China, donde, según el lingüista chino-cubano Lu Tse Mhal, alias "El Narra" de La Güinera, en la tierra de sus abuelos los padres aguardan con una lata de Coca-Cola el advenimiento de la criatura, y de acuerdo con el sexo, el padre o la madre la lanzan por el piso -a la lata, no a la criatura-, y de acuerdo con las vueltas que dé y los sonidos que provoque, así será el nombre del chinito o de la chinita, para dar cumplimiento a la inviolable tradición.

El apego a la ley en Cuba cumple la misma función que un preservativo bien empleado a la hora del relajo gozante y tradicional, pues impide que la justicia adquiera un embarazo precoz de problemas insolubles, uno ectópico en los más íntimos decretos por aplicar, y sobre todo, ser víctima de enfermedades infecto-contagiosas, entre otras ETS (Extravagantes Tonterías Sociales), de transmisión social.

Ante tan contundentes y profilácticas razones, nadie puede dudar que hasta para decir: "Te llamaré Claudia", hay que contar con el permiso de la ley y el cuño de un burócrata.

Si quiere que alguno de sus futuros hijos no clasifique en el aparatado de los innombrables, bautícelos con apego a nuestra educación, cultura y tradición, y nómbrelos Vladiarsenios, Mayoleyanis, y hasta pueden atreverse Yuiyenisey, Katialina y Aliaydeceliarosagertrudis, que los veladores del arca de los nombres en el Registro Civil de Santiago de Cuba se lo agradecerán.

Jamás tire una lata en Cuba, pues terminará de seguro en la lista de los innombrables, y no por censura, prepotencia, control o estupidez, sino por el apego a la educación, la cultura y nuestras tradiciones revolucionarias.

¡No lo olvide! Eso, si no quiere perder hasta el nombre. Se lo asegura Nefasto "El Innombrable".

LUX INFO-PRESS
Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
E-mail: Fsindical@aol.com

CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente.

 

SECCIONES

Noticias | Artículos | Documentos | Denuncias | Organizaciones | Esta Sección

SECCIONES EN CUBANET

...... NOTICIAS ...... Prensa Independiente | Prensa Internacional | Prensa Gubernamental ......
...... BUSQUEDAS ...... Archivos | Búsquedas | Enlaces ......
...... INDEPENDIENTES ...... Cooperativas Agrícolas | Movimiento Sindical | Bibliotecas ......
...... DEL LECTOR ...... Cartas | Debate | Opinión ......
...... CULTURA ...... Artes Plásticas | Fotos de Cuba | Anillas de Tabaco ......
...... CUBANET ...... Semanario | Quiénes Somos | Informe 1998 | Correo Eléctronico ......
...... OTROS IDIOMAS ...... Inglés | Alemán ......