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Abril 5, 2006

Nefasto y el arte utilitario en Vive y deja vivir

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Abril (www.cubanet.org) - "Cuando llegó con el carretón, los ladrillos no estaban allí", es el principio y fin de un magistral y breve cuento escrito por Augusto Monteruso, que pone de relieve la importancia del arte utilitario en función de las masas, según los resultados del perfomance Vive y deja vivir, realizado por el famoso pintor cubano Alexis Leyva -más conocido por Koho- durante la IX Bienal de Artes Visuales que se desarrolla en La Habana.

Monteruso, pese a ser un escritor que milita en las filas del Partido Comunista, y quien además de zurdo es poseedor de una mirada siniestra provocada por un estreñimiento congénito y la impotencia de revertir la inclinación hacia la derecha de los juanetes de su pie izquierdo, analiza con desprejuicio total el contexto histórico donde desarrolla la obra.

Amante incondicional de las mudas literatas, ya sean espaciales, temporales o a nivel de realidad, y sobre todo de los recursos que aportan a un escritor comprometido tanto el empleo de la caja china como el de la muñeca rusa (matriuska) en el relato, Monteruso recurre, sin embargo, a la emoción pura, no como fuerza estática, sino como movimiento tumultuoso que arrastra el argumento.

Sin alejarse un ápice de la táctica del iceberg patentada por Hemingway de sólo dejar ver durante la narración la punta de los hechos, la emoción y los personajes, el escritor nos deja bajo el agua turbia de la inteligencia el mayor cúmulo de situaciones del relato.

Basta con adentrarse en el texto "Cuando llegó el carretón", para sentir el relincho, el sonido de los cascos sobre los adoquines, el ceceo angustiado del carretonero, las gotas de sudor chocando contra el pescante del carromato, y otras señales más del despetronque activo hombre-animal en pos de conseguir unos ladrillos gratis.

Ya colocado en ese tiempo virtual -por mantenerse inamovible en un pasado, presente y futuro que cuelga igual sobre la isla hace 47 años-, el lector puede aquilatar el horror del protagonista y la bestia al encontrar tan sólo polvo de ladrillos como premio infecundo al desvelo y las ansias de terminar un cuarto tres estrellas.

Conmovido y estrujado por la euforia colectiva despertada por la prodigiosa obra plástica y en igual escala por su secuela literaria, el periodista y crítico de arte que llevo en mí me compulsó a recoger algunas opiniones entre quienes colmaban entusiastas la Plaza Vieja de nuestra capital.

Radiantes de placer, con los dedos hinchados y los ojos ahítos de escozor, cientos de personas portaban en sus manos varias muestras de arte literario, como jabas de nylon, de tela o de papel; sacos de yute, de vinil, maletas y maletines de madera, y señalaban triunfantes las carretillas, los vagones, las bicicletas, los carretones y otros vehículos de transporte que, como sus equipajes de carga, se encontraban repletos de ladrillos sobre los adoquines de la Plaza y en los portales de la Fototeca nacional.


Impresionado por tanta comunicación entre pueblo y artistas, hecha trizas la teoría del arte por el arte, me sumergí de lleno dentro de la nube de polvo rojo que flotaba en la plaza, y abordé sin prejuicios a varios ciudadanos.

"Koho es un cacho de gente", me aseguró un jubilado que saltaba de gozo sobre una sobrecargada chivichana mientras se sacudía el polvo de los 13 mil ladrillos que hasta hacía un instante se levantaban como una quimera sobre una esquina de la Plaza.

Preguntado sobre el por qué de su opinión, me respondió: "En más de doce años detrás de unos ladrillos o unos bloques por salones y buroes del Poder Popular, asambleas de rendición de cuentas, de producción y servicios, reuniones del partido y el comité, mítines relámpagos, concentraciones truenos, marchas y contramarchas, trabajos voluntarios, donaciones, recogidas y otros actos de dignidad revolucionaria, jamás pude lograr que materializaran sus promesas".

Paseando una mirada feliz sobre cientos de personas de todas las edades, sexos, oficios y colores que arrullaban extasiados sus respectivas y sin restricciones cuotas de ladrillos, agregó: "Sin embargo, nunca pensé que sin el autorizo de construcción por cuenta propia, asignación de empresas u organismos, hago constar, plan para damnificados, moneda libremente convertible, parientes en el poder, o por medio de los desvíos de recursos y otros genes del socialismo, obtendría estos materiales para levantar una pared caída bajo una carga explosiva mal colocada, mientras se abría un túnel popular cerca de mi casa durante un ejercicio práctico contra el invasor".

Se sacudió el polvo del pelo, las pestañas, la ropa, los zapatos y sentenció: "¡Gracias a Koho me dejaré de mojar! ¿Desea saber algo más?", y se alejó empujando el carromato lleno de ladrillos por entre los turistas que miraban rendidos este acto de distribución social justa y equitativa, tan ajeno en sus países de procedencia.

Atónito ante tan práctica visión sobre una instalación efímera en el sentido artístico, y a la vez duradera en el sector social, me dirigí a una joven con aire de estudiante que portaba un ladrillo debajo de cada brazo, y surgió esta inquietante entrevista:

Nefasto: ¿Coincide usted con lo expresado por el señor en cuanto a valor utilitario por encima del espiritual en el perfomance de Koho?

Joven con un ladrillo debajo de cada brazo: Mire, Nefasto. Estos ladrillos que porto, si bien me ayudarán a calzar una pata partida de mi cama en las noches de amor primero, y hoy convertida en un nido de hermanos sin espacio vital para respirar dormidos en otro sitio de la casa, también me alimentan el espíritu, abren la sensibilidad y estimulan a soñar que un mundo mejor es posible.

Nefasto: ¿Y en qué fundamenta su criterio?

Joven con un ladrillo debajo de cada…: ¿Los ha visto bien? ¿No se ha dado cuenta que son ladrillos -barcos, chalanas, botas, balsas y todo lo que flote sobre el mar? ¿Qué su mensaje más allá de indicar que habitamos una isla nos dice que podemos vivir, andar con la casa a cuestas como el caracol, a despecho de quienes nos cuestionan esta obsesión dual por una casa-bote como simples sirenas indecisas en optar por la vida en el mar o la residencia en tierra?

Nefasto: Y en esa dualidad que le sugiere el perfomance Vive y deja vivir, ¿por cuál se decidiría si le pusieran a escoger?

Joven con un ladrillo debajo…: Por ninguna y las dos. El hecho de que asuma los ladrillos como el medio para vivir en casa, en mi país, no impide ni contradice el deseo que sublima la forma de los botes de conocer sitios nuevos, o aventurarme por el mar de las incógnitas cuando las tormentas sociales derrumben mi vida o hagan naufragar mi espiritualidad.

Nefasto: Para conocerla mejor, ¿estudia filosofía?

Joven con un ladrillo…: Estudio la vida. Soy vendedora de maní tostado en los festivales de cine, dama de compañía en los de ballet, y revendedora de tickets en los de teatro. También doy masaje a turistas que bajan los sábados del crucero; cebo el mate, sirvo el café y destupo las entendederas de los escritores que asisten a la Feria Internacional del Libro de La Habana, y hago la calle, colecciono tablas, ladrillos, ceniceros, telas y botecitos en cada bienal. En temporada de baja limpio baños en los aeropuertos y vendo duro frío, tamales y libros en la sala de mi casa. Como puede ver, soy una joven integral.

Nefasto: No hay duda alguna. Pero tomando en cuenta lo amplio e internacionalizado de su currículo y el abultado precio de su criterio, ¿piensa usted que un tipo de arte como el perfomance Vive y deja vivir debiera incrementarse en el país en busca de una mayor interacción masa-creador, como en el caso de Koho y los habitantes de la capital?

Joven con…: ¡Cómo no! Ahora mismo estoy recogiendo firmas para que Koho y su Vive y deja vivir sean programados en las zonas de mayor peligro durante la temporada ciclónica y en las más necesitadas en cualquier época del año en el país, respectivamente. Además, que bajo el mismo título y con igual volumen diversifique los materiales a emplear, que pueden ser -de acuerdo a la importancia del arte utilitario con mayor déficit en cada región del país- una montaña de tejas infinitas, un carrusel de reses, una ciudad de clavos, una torre de jamones, un mar de aceites con sardinas y peces incluidos, así como un volcán de opiniones, un enjambre de ideas y un bosque gigantesco donde cada especie de árbol exprese sus misterios sin temor a que le arranquen la raíz, como metáfora eterna de la razón pueblo-creador.

Nefasto: Me deslumbra su labia, me hace feliz su sueño en la posibilidad de un arte utilitario para todos. Para dar por concluida la entrevista, ¿desea expresar otro deseo?

Joven…: Sí, que me devuelvan los ladrillos, por favor. Sólo me han dejado la sensación de tenerlos en mis brazos.

LUX INFO-PRESS
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