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Enero 26, 2006

Trilogía sucia de las guaguas

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - Resulta increíble la insensibilidad que desarrollan algunos dirigentes sindicales ante la imagen de un trabajador con los brazos cruzados en medio de un taller; pescando renacuajos en el cráter dejado por la chimenea de un central reconvertido en la fábrica de raspadura "Qué dolor qué dolor qué pena", o recostado a la carrocería de una guagua que no arranca hace 25 años ni con el pensamiento.

Es duro escuchar expresiones que hablan de "la necesidad de quedar libres de trabajadores interruptos en las empresas transportistas", como fue ratificado durante un pleno del Comité Nacional del Sindicato del Transporte.

Ellos no son un lastre, compañeros, ni un gordo de 500 libras muerto sobre la espalda de cada trabajador. Al contrario, cumplen el honroso papel de cifras en el cero desempleo del país.

¿Razones para tan injusta propuesta? Ninguna de importancia. Sólo que algunos dicen que hay administraciones que no reubican ni ponen a estudiar a este personal debido a la carencia de equipos, y esto influye en el cumplimiento del plan y en los salarios.

Pero, ¿cuál es el apuro de esta gente por cumplir el plan si sólo estamos a mil años luz de volver a lo que se denominó transporte público?

¿Cuál es la preocupación con los salarios, si muchos interruptos en sus ocho horas de ocio no han dejado taller con tuercas ni tornillos, motores, gasolina o petróleo sin vender, no para su beneficio personal, sino con tal de que ahorren los choferes de autos particulares que sacan del apuro a la población?

Son unos altruistas, unos pensadores que se pasan el día meditando sobre cómo salir adelante sin perjudicar al prójimo que duerme en las terminales y le llega la jubilación a la parada de ómnibus por la prolongada espera.

El ejemplo de que la empresa Cubataxi de Santiago de Cuba tiene una plantilla de 60 choferes y de los 47 autos sólo funcionan un promedio de 20, con la implicación de que 40 hombres sean perjudicados diariamente en sus salarios, no es más que llevar a la práctica la máxima de los marxistas-mosqueteros: "Todos para uno, y uno para todos".

¿Qué hay de malo en que los pocos que trabajan compartan el dinero con quienes sin estar al timón del taxi asisten cada día a la base, marcan la tarjeta de entrada y de salida, les hablan de lo buena que se ha puesto la vecina que vive al lado del garaje, de los vuelos interespaciales, del posible cruce genético de un F-1 cubano con una llama boliviana para ver si logramos un "toro en llamas", así como de la serie nacional de béisbol, los precios en el agro y la volubilidad de un dólar halado por los pelos hasta que quede calvo?

¿Quiénes si no ellos, los interruptos, ayudan a empujar el taxi cuando no arranca, le ajustan el espejo retrovisor, le avisan a los choferes cuáles de los mil baches tienen agua, en qué curva aún quedan una vaca y un caballo con vida, o puede salirles un tractor con una carreta llena de músicos para la canturía semanal en Las Brujas, Charco Mono o Aguacate?

Hay que ser justos, pues detrás de los torneos de dominó, los cumpleaños colectivos, las asambleas de producción y servicios, el recibimiento de la condición de vanguardias nacionales, la repartición de la merienda fuerte, el aviso de que no hay almuerzo, dieta o estímulo para el fin de mes aunque haya sobre cumplido con el micro plan de la base, y sobre todo en la confección del mural de las efemérides donde se reflejan los logros alcanzados, se encuentran las manos y las lenguas diligentes de los interruptos.

Otro de los malos ejemplos por la falta de compañerismo, de visión patriótica al querer eliminar a unos ex trabajadores víctimas del bloqueo está ocurriendo en la base de transporte escolar de Bayamo, donde el parque de ómnibus es de 48 y funcionan un promedio de 27.

Según los analistas y seguidores del "estudia y dale a vender fritas a los portales si no aceptas la plaza de conductor de cocodrilos en la Ciénaga de Zapata, o de un coche tirado por un chivo en el parque de la empresa de transporte para el solaz y esparcimiento de los hijos de los trabajadores que sí alcanzan guaguas", hay 21 choferes reubicados en la misma base, sin producir bienes ni servicios.

Y lo que más les irrita -cayendo de nuevo en la cuestión monetaria- es que el pago se afecta, ya que lo que producen unos pocos hay que repartirlo entre muchos.

Así no resolvemos el asunto, pues si los reubicamos en una fábrica de talco, en un taller artesanal de chorizos o en un curso intensivo para cazar a bazucazos a los maleantes Aegiptys, se caería de nuevo en el teje y maneje del dinero, como si fuéramos capitalistas y nos interesara la plata más que la moral revolucionaria con la que nos alimentamos y vestimos.

Aquí la cuestión es de iniciativas, de incentivos coyunturales donde el interrupto se sienta útil en el seno de un colectivo en el que lleva quizás 20 años como chofer, más allá de que no creo injusto que se les pague por ser parte activa de la comisión de embullo de una empresa, del club de recogedores de hojas muertas en las áreas verdes del taller, y de La Claque oficial en una reunión donde se ventila el destino de un Panda o el sálvese que pueda de una base de transporte sin transporte.

Para mantenerlos en su entorno, no desarraigarlos de su oficio, tenerlos entretenidos y laboriosos sin pensar en indisciplinas ni delitos -como plantean algunos dirigentes que provoca el no hacer nada de los interruptos- se precisa un plan de medidas innovador, volcado a la estrategia de la productividad socialista.

Si realmente preocupa que el deteriorado parque de la Empresa de Ómnibus Urbanos de Ciudad de La Habana sea la causa de que los choferes y conductores dupliquen o tripliquen el número de guaguas, y trabajen una o dos veces a la semana, nada mejor que aplicarles el multioficio revolucionario en aras de que "el que no trabaja no come".

Una de las iniciativas que sería recibida con gran satisfacción por trabajadores y pasajeros, es que los interruptos realicen labores de pelado y afeitado sobre el ómnibus en marcha, además de tintes, manicura, lustrado de zapatos, venta de agua fría, caramelos de menta, trámites de inmigración y mudanzas, recogida de materia prima y otras tareas primordiales en el desarrollo de la economía del país.

También resaltaría por su eficacia y capacidad de resolver los problemas de los comedores obreros, que cada guagua parada por falta de motor, chasis, gomas, parabrisas u otros elementos imprescindibles para su puesta en funcionamiento, sea reconvertida en un organopónico donde la lechuga y el tomate rompan de rojizo verdor por las ventanillas rotas; en una cocina móvil donde, al compás del son, se cuezan los restos de cuanto grano o bicho sirvan para dar categoría de potaje a cualquier mezcla, o en un aula de capacitación sindical para preparar a los venideros interruptos.

Existen miles de fórmulas socialistas para perder el tiempo, comerse la guanaja y hacer ovillos sin necesidad de trasladar a nadie a otra parte donde también sobrará y querrán enviarlo de aquí para allá, de allá para acá, hasta que se jubile sin haber disparado ni un chícharo en los últimos diez años de vida laboral.

Y en la aplicación de esas y otras medidas es donde mejor se pueden apreciar los valores humanos de una dirigencia sindical que vive del invento de cifras, de la manipulación de bondades, del supuesto cumplimiento de los planes, y de la autorización teórica del igualitarismo, están los seguros resultados productivos de un país que a la vuelta de cinco años será la primera potencia de la economía mundial.

Estas y no la denigrante fórmula capitalista de productividad contra dinero que llena de productos las vidrieras de las sociedades de consumo hasta la saciedad del más exigente comprador, son las que nos llevarán a la invulnerabilidad sociolaboral y sindical en las maquilas de la corrupción.

Así que si los enemigos de la revolución en esta Trilogía Sucia de las Guaguas pretenden ver igual derrumbe social que en la novela casi homónima de Pedro Juan Gutiérrez, se cogerán un dedo con la puerta. Porque, a falta de taxis, mulos; y ante la ausencia de guaguas, tractores y bicicletas. ¡Pero jamás a pie!

LUX INFO-PRESS
Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
E-mail: Fsindical@aol.com

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