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Mayo 1, 2000


La industria azucarera cubana frente a su destino



LA HABANA, 1 de mayo (Vicente Escobal, Lux Info Press) - Como si se resistiera a pagar los platos rotos, el clima se ha comportado ejemplarmente brindando a las plantaciones cañeras bajas temperaturas durante todo marzo, y permitiendo que las cañas alcanzaran excelentes rendimientos. Asimismo, un escaso nivel de lluvias hasta mediado de abril favoreció el corte de la dulce gramínea.

Hasta el 15 de abril sólo las provincias de Santiago de Cuba y Sancti Spíritus habían cumplido sus respectivos programas, pero no se han brindado detalles acerca de la cantidad de azúcar producida en ambos territorios. Las escuetas noticias oficiales señalan que Villa Clara alcanzó 400 mil toneladas, y Holguín y Ciego de Avila 300 mil cada una. Para llegar a la meta de 4 millones de toneladas parece que la zafra debe prolongarse hasta la primera decena de mayo, si las lluvias no juegan una mala pasada, pero queda la incógnita de que se cuente con caña suficiente. Los rendimientos han sido bajos, inferiores a las 40 mil arrobas por caballerías y las disponibilidades de caña estaban esencialmente determinadas por los incumplimientos del programa de siembra previsto para el año anterior.

Una nueva modalidad que se conoce como interrupciones operacionales en los ingenios merece una mención especial, al constituir un factor esencial en el deterioro de los volúmenes de producción alcanzados. Los 4 millones de toneladas fijados en el programa azucarero parecen viajar en el pico del aura y no hay que olvidar que la próxima campaña debe iniciarse con los efectos de un marcado déficit de caña y la perspectiva nada halagüeña de una temporada muy inestable en el terreno climatológico.

Si con la ayuda de Juan Isidro el Labrador se alcanzaran los ansiados 4 millones de toneladas de azúcar, la presente zafra va a propiciar ingresos del orden de los 522 millones de dólares. Pero los economistas insisten en señalar que los reportes de ingresos netos de los costos de producción no son confiables, debido al caricaturesco sistema contable de las empresas cubanas, lo que fue revelado en el control gubernamental efectuado en octubre último a cerca de 28 mil unidades, de las cuales sólo el 9 % obtuvo una clasificación aceptable.

El costo de producción de la zafra anterior fue de 138 pesos la tonelada, algo que de repetirse este año significaría una pérdida de 30 millones de pesos, a pesar de la colosal campaña desplegada en los medios oficiales sobre la necesidad de lograr mayor eficiencia y reducir los costos. Lo cierto es que los mejores ingenios han reportado 279 pesos y los peores entre 438 y 666 pesos por tonelada producida. Si se imponen los costos de los mejores ingenios, la zafra actual estaría costando al país la astronómica cifra de 1,116 millones de dólares y produciendo una pérdida de aproximadamente 590 millones. Pero si por casualidad predominaran los costos de los peores ingenios, entonces el costo total debería estar entre 1,752 y 2,664 millones de dólares y las pérdidas se situarían entre 1,230 y 2,142 millones de pesos.

Si la provincia de Santiago de Cuba, que ya finalizó la zafra, impone sus resultados, es decir 308 pesos por tonelada, el costo de esta zafra sería de 1,232 millones, y las pérdidas alcanzarían los 710 millones de dólares.

Parece que las alternativas en esta zafra consisten en perder un poquito, o sea 30 millones, o tener una gigantesca pérdida de 2,664 millones de dólares, una cifra superior a la de las remesas familiares y los aportes netos de la industria turística. No hay que alarmarse demasiado por el momento: las deficiencias en los registros contables, particularmente en los del costo, hace que no se conozca con exactitud el costo por tonelada producida y entonces todos quedarán contentos en la ignorancia, porque en definitiva Dios protege la inocencia, según la sentencia del viejo refrán.

Los que no estén conformes con esta conclusión y la tilden de irresponsable o superficial deberían preguntarse qué hacer en tal caso con la industria azucarera cubana, de la cual dependen casi medio millón de personas. La opción parece indicar hacia la protección de ese conglomerado humano, con sus actuales precarios niveles de subsistencia y mantener una industria definitivamente incosteable, o por el contrario desactivarla y generar un caos social.

Los entendidos en el tema azucarero estiman que podrían existir otras soluciones menos traumáticas: reducir los costos por tonelada y que éstos protejan a la industria de las oscilaciones de los precios en el mercado mundial. Esta solución requeriría una mayor eficiencia en la producción del dulce, que incluya la diversificación de sus derivados, introducción de técnicas de avanzada, mejoramiento de las semillas, adecuado aprovechamiento de las capacidades instaladas y sobre todo una mayor atención al trabajador azucarero.

El destino de la industria azucarera cubana no depende de ingenieros, pediatras o generales, sino de una sustancial y profunda transformación de los agotados esquemas que la han convertido en un sector deprimido e ineficiente.



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