Palabras de
James Cason el 4 de Julio en la Habana
Palabras del jefe de
misión, Sr. James C. Cason, con motivo
de la fiesta nacional del 4 de julio.
JULIO 4, 2005
Señoras y señores:
Después de casi tres años
de permanencia en Cuba, ésta será
la última oportunidad en que me dirija
a ustedes. Por ello, quisiera que compartiéramos
juntos algunas reflexiones fruto de mi estancia
en este país.
A pesar de mis mejores esfuerzos por prepararme
para mi trabajo en Cuba, esta isla me tomó
por sorpresa.
Llegué con la ilusión de
que quizás pudiera involucrar pragmáticamente
a los funcionarios cubanos en temas de interés
mutuo. Como al parecer Fidel no confiaba
en las reuniones entre sus funcionarios
y yo, el MINREX me asignó un "negociante"
incapaz de apartarse del mundo concebido
según el periódico Granma.
Mis tratos iniciales con el régimen
cubano me mostraron con toda claridad que
en Cuba las apariencias son fundamentalmente
descorazonadoras. La Cuba de Castro es una
gran aldea Potemkin, es decir, una gran
fachada. Si uno camina tres cuadras más
allá de los principales sitios de
atracción turística, se encuentra
con el deterioro y el aspecto lastimoso
que ofrece la verdadera Cuba. Si uno extiende
su mano al cubano promedio, comprende lo
que existe en todas partes. Y eso es, precisamente,
lo que el régimen cubano no quiere
que hagamos.
Durante mis primeros seis meses de misión,
viajé 7 mil millas a través
de la Isla con el fin de conocer mejor la
Cuba verdadera. Me reuní con cientos
de cubanos comunes y corrientes. Todos se
enorgullecían de ser cubanos. Todos
experimentaban una curiosidad intensa por
conocer el mundo, especialmente los Estados
Unidos. Muchos solicitaban una mayor atención
global hacia los esfuerzos que, en pro de
la democracia, se realizan en la Isla. Muchos
otros preguntaban cómo podrían
emigrar a los Estados Unidos.
Recuerdo la ocasión en que me reuní
con un grupo de balseros recogidos por un
guardacostas estadounidense y posteriormente
devueltos a Cuba. Un hombre me confesó
que había intentado veintiséis
veces abandonar ilegalmente el país
en una balsa. Y prometió seguir intentándolo
hasta que lo lograra o los tiburones lo
devoraran. Uno no puede menos que admirar
este tipo de determinación. Después
supe que todos estos balseros habían
sido arrestados por haberse reunido conmigo.
A una persona que no ha vivido bajo un gobierno
totalitario, le resulta muy difícil
captar lo que es la vida cuando el Estado
domina todos los aspectos de la sociedad.
Dicho de una forma más sencilla:
comprender analíticamente cómo
funciona un régimen totalitario no
es lo mismo que ver a las personas atadas
a sus grilletes. Ahora entiendo que:
- Para poder apreciar la esterilidad de
la propaganda del régimen castrista,
uno tiene que oírla día tras
día, semana tras semana.
-- Para poder comprender el enorme desperdicio
de talento humano que el régimen
lleva a cabo, uno tiene que ver cómo
asfixia toda iniciativa independiente y
toda tentativa de libre expresión.
-- Para poder entender por qué dos
millones de cubanos han renunciado a lo
que más amaban en la Isla con tal
de emprender una nueva vida y otros millones
desean unirse a ellos, uno tiene que ver
el entorno raído e intolerante en
el que están confinados.
Las conversaciones que sostuve con un amplio
espectro de cubanos agudizaron mis criterios
sobre lo que podría realizar en Cuba.
Quise estimular a los cubanos de manera
que pudieran pensar cómo hacer para
que su país fuera, algún día,
democrático, libre y próspero.
También quise encontrar nuevas y
creativas vías de ayudar a que la
voz de los activistas cubanos a favor de
la democracia pudiera ser escuchada dentro
y fuera de la Isla.
En términos prácticos: ¿en
qué medida avanzamos en la consecución
de estos dos objetivos? Hemos aumentado
el número de información sin
censura --ya sea en forma de libros, revistas,
periódicos y radios- y la hemos puesto
al alcance de los cubanos. Les hemos ofrecido
un acceso libre y amplio a Internet. Los
hemos puesto en contacto con personas residentes
en el extranjero, a través de videoconferencias
sobre temas tales como transiciones democráticas,
estado de derecho y economías de
mercado. Hemos brindado cursos de periodismo
a aquéllos que se han atrevido a
escribir sobre Cuba tal y como la ven.
Como todos ustedes saben, a ninguno de
nosotros se nos permite hablar públicamente
en Cuba sobre democracia y libertad. Por
eso decidí aprovechar el uso de los
símbolos. Quizás recuerden
el cartel con el número "75"
que añadimos a nuestros adornos navideños
el año pasado. Gracias al gran despliegue
de medios de que fue objeto este cartel,
se le recordó al mundo que muchos
cubanos inocentes van a parar a la cárcel
sólo por diferir de Castro. Gracias
a ese cartel, los habaneros también
pudieron conocer que el mundo está
sobrecogido por el encarcelamiento arbitrario
al que Castro ha sometido a los prisioneros
políticos.
Con el fin de que el pueblo pudiera visualizar
las condiciones infrahumanas en que estos
prisioneros están confinados, mis
colegas y yo utilizamos otro símbolo:
construimos una réplica exacta de
la celda cubana de castigo en la cual se
encuentra encarcelado un valiente prisionero
de conciencia, el Dr. Oscar Elías
Biscet. También fue tema de información
de los medios y en la actualidad es vista
por los cientos de cubanos que a diario
visitan nuestra Sección de Intereses.
¿Por qué usar tales símbolos?
Porque los símbolos resultan especialmente
poderosos en sociedades cerradas donde los
gobiernos controlan los medios y censuran
toda información.
Permítanme dirigirme a aquéllos
que piensan que es más digno protestar
contra la represión del régimen
a puertas cerradas o que Castro sería
más generoso si no lo irritáramos.
En pocas palabras: a aquéllos que
piensan que soy demasiado "provocador".
¿Acaso constituye una provocación
el señalar que los cubanos viven
bajo uno de los regímenes más
represivos del mundo? ¿Acaso constituye
una provocación el recordarle a los
periodistas occidentales que en Cuba hay
300 presos políticos? ¿Acaso
está fuera del ámbito de una
actividad diplomática normal el suministrar
a los cubanos una información sin
censura? ¿Acaso constituye una provocación
el organizar actividades para los disidentes
a favor de la democracia o para sus familiares?
¿Qué debemos hacer entonces?
¿Relegar a los cubanos al aislamiento
respecto al mundo real?
Nada se conseguirá --y de hecho
nada se ha conseguido en estos 47 años--
con ser corteses con un dictador. Si con
quedarnos callados se obtuvieran reformas
políticas, nos quedaríamos
callados. Si creyéramos que el levantamiento
del embargo pudiera conducir a una Cuba
democrática, mañana mismo
tuviéramos aviones Jumbo 747 llenos
de estadounidenses en las pistas.
Castro puede haber mal administrado brutalmente
la economía de Cuba, agobiado a los
cubanos con enormes deudas y dependido de
los extranjeros que lo han mantenido, pero
de lo que sí no cabe duda es de su
control sobre su aldea Potemkin. No permitirá
nada que pueda poner en peligro su total
control sobre todos los aspectos de la vida
cubana. Miren cómo ha evitado que
los turistas "contaminen" a los
cubanos y hagan que éstos deseen
lo que no pueden tener. Ha puesto los enclaves
turísticos fuera del alcance del
cubano promedio y ha hecho cumplir esta
segregación gracias a una intrincada
red de controles. Miren también cómo
todas las empresas mixtas con entidades
extranjeras han llenado las arcas del régimen
sin por ello haber promovido entre los cubanos
la independencia financiera.
Tal y como lo ilustra nítidamente
el aleccionador episodio que tuvo como protagonista
al ex ministro de Relaciones Exteriores
Robaina, Castro castiga sin clemencia a
todo funcionario que ose proyectarse, así
sea discretamente, como un reformista incipiente.
A menudo, Castro suele representar su ira
contra los Estados Unidos mediante el enfrentamiento
entre un David cubano y un Goliath estadounidense.
Pudiera parecer una ironía, pero
en la Sección de Intereses, nosotros
somos, en realidad, el David que trata de
derribar al enorme aparato represivo de
Castro. Estamos confinados a los límites
de la ciudad de La Habana. Agentes de la
inteligencia cubana monitorean cada uno
de nuestros movimientos y acosan a nuestros
funcionarios. Los cubanos que se relacionan
con nosotros están expuestos a la
vigilancia y a las arbitrarias represalias
del régimen. Sin embargo, el régimen
no ha logrado amedrentar a los activistas
a favor de la democracia ni impedir que
se reúnan con nosotros; es por ello
que se empeña absurdamente en proclamar
que los que lo hacen son "mercenarios"
pagados por nosotros. Les ruego que tomen
nota de lo siguiente: la Sección
de Intereses de los Estados Unidos no ha
dado y no da dinero a los miembros de la
sociedad civil cubana. ¿Que algunas
personas en el exterior, especialmente miembros
de la comunidad cubana en el exilio, brindan
ayuda financiera a los cubanos, incluyendo
a los disidentes? En efecto y aplaudimos
su generosidad.
También resulta cierto que recibí
mi porción de frustración
durante mi estancia. Se me hizo particularmente
difícil hacer ver a los visitantes
extranjeros que, detrás de la aldea
Potemkin de Castro, existe un sistema totalitario
despiadado y cínico.
A los estadounidenses les resulta difícil
entender a Cuba, ya que no tenemos que preocuparnos
porque las críticas que podamos hacer
de nuestro gobierno o de nuestra sociedad
puedan perjudicar a nuestros seres queridos.
Nos es difícil concebir una sociedad
que reglamente todos los aspectos de nuestras
vidas. Y al igual que les sucede a casi
todos los visitantes extranjeros, a los
estadounidenses les resulta difícil
entender la forma en que el régimen
cubano se apropia prácticamente de
todos los beneficios financieros provenientes
de sus limitadas relaciones con el exterior.
Me llevaré de Cuba múltiples
e inolvidables imágenes de la desesperación
de los cubanos por abandonar su propia patria,
a pesar de la belleza de la isla, del calor
de su pueblo y de lo maravilloso de su música,
su danza y su arte.
La más vívida de estas imágenes
es la de un individuo que se apoderó
por la fuerza de un avión en un aeropuerto
local. Las autoridades cubanas me pidieron
que hablara con él. "Yo no creo
que usted sea Cason", me contestó
el secuestrador. Me dirigí a la pista
para advertirle que tendría que enfrentar
una larga condena en los Estados Unidos
si llevaba a cabo su plan. El secuestrador
replicó: "prefiero pasar 20
años en una cárcel de los
Estados Unidos antes que quedarme en Cuba".
Finalmente obligó al avión
a despegar con rumbo a los Estados Unidos,
fue arrestado tan pronto aterrizó
y posteriormente fue sentenciado a 22 años
de prisión. ¿Pudiera existir
acusación más reveladora contra
un régimen , cuando un enorme porcentaje
de sus ciudadanos sueña apasionadamente
con abandonar su país por otro? La
grandeza de los Estados Unidos ha sido el
resultado de haber atraído a emigrantes
de todas partes del mundo. Dos millones
de cubanos han encontrado refugio y éxito
en nuestro país. Lo que resultó
una pérdida para Cuba, redundó
en beneficio nuestro. Piensen en lo que
Cuba fuera hoy, si hubieran permanecido
en la Isla el talento y la energía
que convirtieron a Miami en lo que actualmente
es. Pero el sistema, producto de las improvisaciones
de Castro, no puede durar mucho. Todo el
mundo sabe cuán inoperante es y cómo
se mantiene sólo por la fuerza de
una figura única y dominante. Y esta
figura está literalmente en las últimas.
El cambio es inevitable. Yo confío
en que el pueblo cubano no se conforme con
una apertura económica parcial, sino
que exija que en Cuba se opere una profunda
transición democrática.
No abandonen su patria, es el consejo que
doy a los cubanos. Quédense y estén
listos para cuando llegue el momento en
que esta figura desaparezca. Quédense
y apréstense a trabajar por un cambio
democrático. Cuando llegue ese momento,
los Estados Unidos, al igual que otros países,
estarán a su lado para ayudarlos
a construir una Cuba democrática
y próspera; una Cuba donde todos
los cubanos puedan realizar sus sueños.
La concepción de los Estados Unidos
como símbolo de esperanza para los
inmigrantes es notoria. Queda por ver cuál
será el símbolo que se le
atribuirá a la Cuba próspera
y democrática del futuro. Pero dado
el dinamismo que una Cuba libre pudiera
desencadenar, estoy seguro de que su símbolo
será igualmente poderoso e incontestable.
Si pudiera dejarles una última idea
a mis amigos cubanos, ésta sería:
"cachán, cachán, que
días mejores pronto vendrán".
Muchas gracias
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