Julio 13, 2005

Palabras de James Cason el 4 de Julio en la Habana

Palabras del jefe de misión, Sr. James C. Cason, con motivo de la fiesta nacional del 4 de julio.

JULIO 4, 2005

Señoras y señores:

Después de casi tres años de permanencia en Cuba, ésta será la última oportunidad en que me dirija a ustedes. Por ello, quisiera que compartiéramos juntos algunas reflexiones fruto de mi estancia en este país.

A pesar de mis mejores esfuerzos por prepararme para mi trabajo en Cuba, esta isla me tomó por sorpresa.

Llegué con la ilusión de que quizás pudiera involucrar pragmáticamente a los funcionarios cubanos en temas de interés mutuo. Como al parecer Fidel no confiaba en las reuniones entre sus funcionarios y yo, el MINREX me asignó un "negociante" incapaz de apartarse del mundo concebido según el periódico Granma.

Mis tratos iniciales con el régimen cubano me mostraron con toda claridad que en Cuba las apariencias son fundamentalmente descorazonadoras. La Cuba de Castro es una gran aldea Potemkin, es decir, una gran fachada. Si uno camina tres cuadras más allá de los principales sitios de atracción turística, se encuentra con el deterioro y el aspecto lastimoso que ofrece la verdadera Cuba. Si uno extiende su mano al cubano promedio, comprende lo que existe en todas partes. Y eso es, precisamente, lo que el régimen cubano no quiere que hagamos.

Durante mis primeros seis meses de misión, viajé 7 mil millas a través de la Isla con el fin de conocer mejor la Cuba verdadera. Me reuní con cientos de cubanos comunes y corrientes. Todos se enorgullecían de ser cubanos. Todos experimentaban una curiosidad intensa por conocer el mundo, especialmente los Estados Unidos. Muchos solicitaban una mayor atención global hacia los esfuerzos que, en pro de la democracia, se realizan en la Isla. Muchos otros preguntaban cómo podrían emigrar a los Estados Unidos.

Recuerdo la ocasión en que me reuní con un grupo de balseros recogidos por un guardacostas estadounidense y posteriormente devueltos a Cuba. Un hombre me confesó que había intentado veintiséis veces abandonar ilegalmente el país en una balsa. Y prometió seguir intentándolo hasta que lo lograra o los tiburones lo devoraran. Uno no puede menos que admirar este tipo de determinación. Después supe que todos estos balseros habían sido arrestados por haberse reunido conmigo. A una persona que no ha vivido bajo un gobierno totalitario, le resulta muy difícil captar lo que es la vida cuando el Estado domina todos los aspectos de la sociedad. Dicho de una forma más sencilla: comprender analíticamente cómo funciona un régimen totalitario no es lo mismo que ver a las personas atadas a sus grilletes. Ahora entiendo que:

- Para poder apreciar la esterilidad de la propaganda del régimen castrista, uno tiene que oírla día tras día, semana tras semana.

-- Para poder comprender el enorme desperdicio de talento humano que el régimen lleva a cabo, uno tiene que ver cómo asfixia toda iniciativa independiente y toda tentativa de libre expresión.

-- Para poder entender por qué dos millones de cubanos han renunciado a lo que más amaban en la Isla con tal de emprender una nueva vida y otros millones desean unirse a ellos, uno tiene que ver el entorno raído e intolerante en el que están confinados.

Las conversaciones que sostuve con un amplio espectro de cubanos agudizaron mis criterios sobre lo que podría realizar en Cuba. Quise estimular a los cubanos de manera que pudieran pensar cómo hacer para que su país fuera, algún día, democrático, libre y próspero. También quise encontrar nuevas y creativas vías de ayudar a que la voz de los activistas cubanos a favor de la democracia pudiera ser escuchada dentro y fuera de la Isla.

En términos prácticos: ¿en qué medida avanzamos en la consecución de estos dos objetivos? Hemos aumentado el número de información sin censura --ya sea en forma de libros, revistas, periódicos y radios- y la hemos puesto al alcance de los cubanos. Les hemos ofrecido un acceso libre y amplio a Internet. Los hemos puesto en contacto con personas residentes en el extranjero, a través de videoconferencias sobre temas tales como transiciones democráticas, estado de derecho y economías de mercado. Hemos brindado cursos de periodismo a aquéllos que se han atrevido a escribir sobre Cuba tal y como la ven.

Como todos ustedes saben, a ninguno de nosotros se nos permite hablar públicamente en Cuba sobre democracia y libertad. Por eso decidí aprovechar el uso de los símbolos. Quizás recuerden el cartel con el número "75" que añadimos a nuestros adornos navideños el año pasado. Gracias al gran despliegue de medios de que fue objeto este cartel, se le recordó al mundo que muchos cubanos inocentes van a parar a la cárcel sólo por diferir de Castro. Gracias a ese cartel, los habaneros también pudieron conocer que el mundo está sobrecogido por el encarcelamiento arbitrario al que Castro ha sometido a los prisioneros políticos.

Con el fin de que el pueblo pudiera visualizar las condiciones infrahumanas en que estos prisioneros están confinados, mis colegas y yo utilizamos otro símbolo: construimos una réplica exacta de la celda cubana de castigo en la cual se encuentra encarcelado un valiente prisionero de conciencia, el Dr. Oscar Elías Biscet. También fue tema de información de los medios y en la actualidad es vista por los cientos de cubanos que a diario visitan nuestra Sección de Intereses. ¿Por qué usar tales símbolos? Porque los símbolos resultan especialmente poderosos en sociedades cerradas donde los gobiernos controlan los medios y censuran toda información.

Permítanme dirigirme a aquéllos que piensan que es más digno protestar contra la represión del régimen a puertas cerradas o que Castro sería más generoso si no lo irritáramos. En pocas palabras: a aquéllos que piensan que soy demasiado "provocador".

¿Acaso constituye una provocación el señalar que los cubanos viven bajo uno de los regímenes más represivos del mundo? ¿Acaso constituye una provocación el recordarle a los periodistas occidentales que en Cuba hay 300 presos políticos? ¿Acaso está fuera del ámbito de una actividad diplomática normal el suministrar a los cubanos una información sin censura? ¿Acaso constituye una provocación el organizar actividades para los disidentes a favor de la democracia o para sus familiares? ¿Qué debemos hacer entonces? ¿Relegar a los cubanos al aislamiento respecto al mundo real?

Nada se conseguirá --y de hecho nada se ha conseguido en estos 47 años-- con ser corteses con un dictador. Si con quedarnos callados se obtuvieran reformas políticas, nos quedaríamos callados. Si creyéramos que el levantamiento del embargo pudiera conducir a una Cuba democrática, mañana mismo tuviéramos aviones Jumbo 747 llenos de estadounidenses en las pistas.

Castro puede haber mal administrado brutalmente la economía de Cuba, agobiado a los cubanos con enormes deudas y dependido de los extranjeros que lo han mantenido, pero de lo que sí no cabe duda es de su control sobre su aldea Potemkin. No permitirá nada que pueda poner en peligro su total control sobre todos los aspectos de la vida cubana. Miren cómo ha evitado que los turistas "contaminen" a los cubanos y hagan que éstos deseen lo que no pueden tener. Ha puesto los enclaves turísticos fuera del alcance del cubano promedio y ha hecho cumplir esta segregación gracias a una intrincada red de controles. Miren también cómo todas las empresas mixtas con entidades extranjeras han llenado las arcas del régimen sin por ello haber promovido entre los cubanos la independencia financiera.

Tal y como lo ilustra nítidamente el aleccionador episodio que tuvo como protagonista al ex ministro de Relaciones Exteriores Robaina, Castro castiga sin clemencia a todo funcionario que ose proyectarse, así sea discretamente, como un reformista incipiente.

A menudo, Castro suele representar su ira contra los Estados Unidos mediante el enfrentamiento entre un David cubano y un Goliath estadounidense. Pudiera parecer una ironía, pero en la Sección de Intereses, nosotros somos, en realidad, el David que trata de derribar al enorme aparato represivo de Castro. Estamos confinados a los límites de la ciudad de La Habana. Agentes de la inteligencia cubana monitorean cada uno de nuestros movimientos y acosan a nuestros funcionarios. Los cubanos que se relacionan con nosotros están expuestos a la vigilancia y a las arbitrarias represalias del régimen. Sin embargo, el régimen no ha logrado amedrentar a los activistas a favor de la democracia ni impedir que se reúnan con nosotros; es por ello que se empeña absurdamente en proclamar que los que lo hacen son "mercenarios" pagados por nosotros. Les ruego que tomen nota de lo siguiente: la Sección de Intereses de los Estados Unidos no ha dado y no da dinero a los miembros de la sociedad civil cubana. ¿Que algunas personas en el exterior, especialmente miembros de la comunidad cubana en el exilio, brindan ayuda financiera a los cubanos, incluyendo a los disidentes? En efecto y aplaudimos su generosidad.

También resulta cierto que recibí mi porción de frustración durante mi estancia. Se me hizo particularmente difícil hacer ver a los visitantes extranjeros que, detrás de la aldea Potemkin de Castro, existe un sistema totalitario despiadado y cínico.

A los estadounidenses les resulta difícil entender a Cuba, ya que no tenemos que preocuparnos porque las críticas que podamos hacer de nuestro gobierno o de nuestra sociedad puedan perjudicar a nuestros seres queridos. Nos es difícil concebir una sociedad que reglamente todos los aspectos de nuestras vidas. Y al igual que les sucede a casi todos los visitantes extranjeros, a los estadounidenses les resulta difícil entender la forma en que el régimen cubano se apropia prácticamente de todos los beneficios financieros provenientes de sus limitadas relaciones con el exterior.

Me llevaré de Cuba múltiples e inolvidables imágenes de la desesperación de los cubanos por abandonar su propia patria, a pesar de la belleza de la isla, del calor de su pueblo y de lo maravilloso de su música, su danza y su arte.

La más vívida de estas imágenes es la de un individuo que se apoderó por la fuerza de un avión en un aeropuerto local. Las autoridades cubanas me pidieron que hablara con él. "Yo no creo que usted sea Cason", me contestó el secuestrador. Me dirigí a la pista para advertirle que tendría que enfrentar una larga condena en los Estados Unidos si llevaba a cabo su plan. El secuestrador replicó: "prefiero pasar 20 años en una cárcel de los Estados Unidos antes que quedarme en Cuba". Finalmente obligó al avión a despegar con rumbo a los Estados Unidos, fue arrestado tan pronto aterrizó y posteriormente fue sentenciado a 22 años de prisión. ¿Pudiera existir acusación más reveladora contra un régimen , cuando un enorme porcentaje de sus ciudadanos sueña apasionadamente con abandonar su país por otro? La grandeza de los Estados Unidos ha sido el resultado de haber atraído a emigrantes de todas partes del mundo. Dos millones de cubanos han encontrado refugio y éxito en nuestro país. Lo que resultó una pérdida para Cuba, redundó en beneficio nuestro. Piensen en lo que Cuba fuera hoy, si hubieran permanecido en la Isla el talento y la energía que convirtieron a Miami en lo que actualmente es. Pero el sistema, producto de las improvisaciones de Castro, no puede durar mucho. Todo el mundo sabe cuán inoperante es y cómo se mantiene sólo por la fuerza de una figura única y dominante. Y esta figura está literalmente en las últimas. El cambio es inevitable. Yo confío en que el pueblo cubano no se conforme con una apertura económica parcial, sino que exija que en Cuba se opere una profunda transición democrática.

No abandonen su patria, es el consejo que doy a los cubanos. Quédense y estén listos para cuando llegue el momento en que esta figura desaparezca. Quédense y apréstense a trabajar por un cambio democrático. Cuando llegue ese momento, los Estados Unidos, al igual que otros países, estarán a su lado para ayudarlos a construir una Cuba democrática y próspera; una Cuba donde todos los cubanos puedan realizar sus sueños.

La concepción de los Estados Unidos como símbolo de esperanza para los inmigrantes es notoria. Queda por ver cuál será el símbolo que se le atribuirá a la Cuba próspera y democrática del futuro. Pero dado el dinamismo que una Cuba libre pudiera desencadenar, estoy seguro de que su símbolo será igualmente poderoso e incontestable.

Si pudiera dejarles una última idea a mis amigos cubanos, ésta sería: "cachán, cachán, que días mejores pronto vendrán".

Muchas gracias

 

 

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