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El ingeniero está en China

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - A Guido Menéndez, un ingeniero retirado de las Fuerzas Armadas, la crisis económica lo obligó a montar un taller de reparación de electrodomésticos en el portal de su casa.

Militante del Partido Comunista desde hace treinta y cinco años, con una trayectoria política destacada en la vida militar, cuenta que en la década del setenta cumplió tareas de acoso y persecución a  personas honradas que realizaban oficios particulares. Ahora se arrepiente de aquel absurdo, porque ha tenido que recurrir a esos mismos menesteres para sobrevivir.

Cuenta también  que  cada día  se asombra  más de  lo que ocurre a su alrededor, la apatía de los jóvenes por el trabajo, el deterioro social, las pérdidas de valores, la pobreza, el  estancamiento de la sociedad. Sobre las medidas de ahorro que el gobierno impone constantemente, la eliminación de gratuidades, la suspensión de los comedores obreros y  la posible  desaparición de la libreta de racionamiento, dice que las apoya,  pero no sabe explicar por qué.

Durante el servicio activo en el ejército, Guido fue jefe de  ingeniería en una unidad de tanques. Luego dirigió un batallón de zapadores que cumplió misiones internacionalistas. Muestra con orgullo una caja de tabaco  repleta  de medallas y distinciones otorgadas por el Consejo de Estado.

Un mañana intentaba arreglar una plancha en su taller. No pudo abrirla, y preguntó qué país construía planchas como esa.

-China -dijo la dueña.

Guido verificó la procedencia del equipo. Dijo que ahora todo se fabricaba en China. Mientras  hacía esfuerzos inútiles para desarmar la plancha, confesó que hubo un tiempo en que  inculcaban a los militantes  comunistas aversión  contra el coloso asiático. Los chistes sobre chinos se pusieron de moda en Cuba. Ahora  resulta que son nuestros  socios comerciales y los mejores amigos.

-China se ha desarrollado rápidamente. Ahora son ellos quienes cuentan los chistes –dije. 

Apartó los ojos de la plancha. Me  advirtió que tuviera cuidado con la propaganda.  Le conté que hace poco  leí un libro escrito por  un periodista norteamericano, que en su  reciente gira por  China  no dejó  de  asombrarse de  las maravillas de aquel gigante. En el prólogo se narra cómo el funcionario chino que lo atendió en la visita le mostraba con orgullo el desarrollo económico y social de su país.

-¿Sabes usted cuál es nuestro pájaro nacional?

-No  tengo idea.

-La grúa de construcción. Le sugiero  que no parpadee durante la visita, podría perderse la inauguración de un nuevo rascacielos.

En su libro, el periodista norteamericano se admiraba de que los trabajadores chinos durmieran junto a los puestos de trabajos para ganar más, y que los apartamentos se ocupaban antes de que los edificios estuvieran  totalmente terminados. Dice el periodista que,  según la Academia China de Ciencias Sociales ya existen  10 mil empresarios chinos que han superados la barrera de los 10 millones de dólares per cápita, y que los ingresos de la clase media supera el Producto Interno Bruto de   cincuenta  países juntos.  En   2004,  el Parlamento chino enmendó la Constitución para establecer que “la propiedad privada y legítima de los ciudadanos es inviolable”, y que “el Estado, de conformidad con las leyes vigentes, debe proteger los derechos de la propiedad privada de los ciudadanos, como también los de su herencia”.

Guido no pudo desarmar la plancha y se la devolvió a la dueña. Dijo con tono agrio que además de contradictorios, los chinos resultaron buenos bromistas.