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Incestos

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - El año pasado la prensa internacional censuró las aberraciones de un austriaco que secuestró a su hija en el sótano de su residencia y mantuvo con ella una larga y traumática relación sexual. Los medios informaron escándalos similares en otros países de Europa y América.

En Cuba suceden cosas parecidas, aunque no trascienden a la prensa. Somos una nación civilizada, pero en el plano de las relaciones familiares hay casos de incesto que superan el guión de algunas telenovelas, y revelan cuan cerca estamos de los animales, a pesar de las costumbres, las normas éticas y nuestra capacidad de reacción ante las trampas de la convivencia.

Es difícil juzgar con profundidad las relaciones sexuales entre familiares. Existen prácticas consentidas, enmascaradas por el silencio y la complicidad, y violaciones criminales. La mayoría de estos problemas no son denunciados, pero si trascienden enfrentan el rechazo de familiares, vecinos y amigos, quienes critican o se alejan de los infractores, despreciados incluso dentro de las cárceles, donde el recelo y los ajustes de cuentas revelan la percepción moral del problema.

Aunque el Código de Familia prohíbe el matrimonio entre hermanos, y el Código Penal castiga a los ascendientes y descendientes que sostienen relaciones sexuales de mutuo acuerdo, parece que la vida rebasa las normas humanas y morales.

Supe de tres casos recientes que violan la convivencia entre parientes cercanos. El primero implica a un padre de 38 años y a su hija de 13, denunciado por violación ante un tribunal municipal de Ciudad Habana. El chanchullo comenzó cuando el novio de la muchacha le dijo a la madre que la hija no era señorita. Ante la censura materna, la chica confesó que cada vez que visitaba al padre se acostaba con él, pero que no dejaría de visitarlo.

El segundo parece tomado de una telenovela argentina o brasileña. Se trata de un ingeniero cincuentón, ejecutivo de una empresa capitalina, donde conquistó a una joven que resultó ser su hija. Ambos lo supieron al visitar a la madre de la muchacha, quien había sido pareja del ingeniero y, al separarse, no le informó de su embarazo. Padre e hija siguieron la relación de forma clandestina. Se separaron por otra causa. Ante la insistencia de él por volver con ella acudieron a los tribunales, reconciliados como parientes y enemistados como amantes.

El tercer caso es el de un vecino denunciado por su esposa, que confirmó  las sospechas que tenía sobre las relaciones de intimidad entre el marido y la hija de ambos. Al ventilar el asunto en el hogar el hombre se disculpó y decidió marcharse de la casa, pero la muchacha confesó el amor por su padre y exigió su permanencia.

Como el tema es complicado no vale la pena arriesgarse con juicios a priori sobre la intimidad entre primos, tíos y sobrinos u otros familiares. Son casos aislados que confirman la fragilidad humana y quiebran el equilibrio de algunas familias.