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Otra historia absurda

Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Las historias sin sentido de la economía socialista se suceden sin parar.  Por muchas consignas que los departamentos de propaganda lancen, los obstáculos a la producción y la rentabilidad son inimaginables.


La Empresa 26 de julio, de Nuevitas, en Camagüey, se queja –en artículo aparecido en el periódico Trabajadores- porque no pueden producir más cemento debido a que sus silos de almacenaje están repletos del producto. La causa es la falta de extracción del cemento almacenado en la fábrica, acción que corresponde a otras empresas, también estatales.


Al no cumplir con su plan de producción, los obreros de la fábrica se ven impedidos de ganar más y la empresa no es rentable. Ellos producen el cemento gris conocido por P-350, muy utilizado en la construcción, pero no pueden satisfacer las necesidades por las razones explicadas.

Pero la contradicción más evidente es que esa provincia tuvo afectaciones importantes en el cumplimiento del plan de construcción de viviendas por el paso de dos huracanes el pasado año y 9 mil 651 quedaron totalmente destruidas. De ellas, hasta la fecha se han recuperado solamente 902, y de las 10 mil 462 viviendas parcialmente dañadas, la cifra de las reparadas sólo llega a 2 mil 405.

Cabe preguntarse cómo una fábrica de cemento que durante los dos últimos años terminó su ciclo productivo con pérdidas económicas, no puede producir más porque el cemento no es sacado de los almacenes.

¿Por qué no venden el cemento a la población camagüeyana que vive en viviendas en mal estado, o a quienes las perdieron totalmente? La respuesta está en la incapacidad del sistema económico socialista para resolver las necesidades de la población. Y en la extrema centralización de las decisiones, tomadas por burócratas guiados por fines políticos y no económicos.

Otro medio de prensa difundió con alegría que la fábrica textil de Santiago de Cuba cumplió, por primera vez en sus 25 años de fundada, el plan de  producción de artículos de canastilla. ¡Parte el alma!, como dicen los santiagueros. Hubo que esperar un cuarto de siglo para alcanzar la producción planificada de pañales, culeros, etc. ¡Cuánto habrá que esperar para que cumplan con el resto de su producción!

Un hombre me contó hace poco cómo en Jovellanos, su pueblo natal, existían pequeñas industrias y talleres que satisfacían las necesidades de una clientela de bajos recursos, pero daban trabajo a gente pobre que, con un salario no muy alto, podían vivir decentemente. Ahora construyeron industrias grandes que resultan ineficientes, y por su tamaño y los gastos de energía y combustible, no son rentables.

Estas y otras historias absurdas ya no asombran a los cubanos, habituados a vivir experiencias de esta índole.