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¿Quién es el culpable?

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - A mediados de mayo se inició una campaña en el periódico Granma, sobre el agravamiento de la situación económica del país, a causa de los efectos de la crisis mundial. Dos artículos están suscritos por su director, Lázaro Barredo, y otra noticia aparecida en primera plana informa sobre el sobre consumo de 40 mil toneladas de combustible para la producción de energía eléctrica.

Al mismo tiempo, otro órgano de prensa, el semanario Trabajadores, y el Centro de Estudios de la Economía Cubana, se unen al coro de lamentaciones sobre el estado de la economía y su posible agravamiento en los próximos meses. Los conocedores de las prácticas del gobierno durante sus 50 años, estiman que se prepara a la opinión pública para la adopción de medidas drásticas para enfrentar la tendencia al empeoramiento.

Ya se apreciaban los síntomas de deterioro económico desde hacía meses, a causa de los 20 años de período especial y los tres huracanes que azotaron en 2008 causando pérdidas de más de 10 mil millones de dólares. Por tanto, los efectos de la crisis mundial se presentan en un país sumergido en una crisis de decenios y castigado por fenómenos naturales. Los problemas ya se pueden apreciar en el transporte y amenazan los cortes de energía eléctrica. Al mismo tiempo los resultados de la agricultura se mantienen a niveles muy bajos con una disminución del 7,3% en el primer trimestre de 2009 en relación con el precedente, según cifras oficiales.

Al mismo tiempo, se conoce  la existencia de serias dificultades en el pago de las obligaciones financieras, lo cual ha motivado que importantes empresas establecidas en Cuba se hayan marchado y se renegociara los adeudos con otras. En este ambiente, todo indica un posible regreso a los peores momentos del período especial, del cual aún no se ha salido.

Hay que subrayar que el país carece de reservas, sin que se hubieran tomado medidas para afrontar la crisis económica, pues las promesas de cambios del Presidente Raúl Castro para emprender transformaciones liberadoras de las bloqueadas fuerzas productivas, continúan pendientes.

El Centro de Estudios de la Economía Cubana ha afirmado que el PIB tendrá un crecimiento negativo del 0,5% en 2009. No obstante, es previsible que el decrecimiento sea  muy superior al indicado, si se considera la pronunciada caída de la agricultura en el primer trimestre, un período determinante, la evidente disminución del transporte público, los problemas financieros que afectaran las importaciones y la posibilidad de cortes de electricidad a niveles superiores, casi dados por seguro en los artículos de Granma. Debe agregarse la eventualidad del cierre de algunas plantas procesadoras de níquel, fundamentalmente la Ché Guevara y la radicada en Nicaro, debido a la disminución del precio del mineral a nivel mundial y a sus altos costos de producción. La situación en los próximos meses podría ser muy delicada. 

Cuando a comienzos de 1990 se perdieron las subvenciones del bloque soviético y se declaró el período especial, Cuba contaba con una estructura productiva, actualmente casi inexistente, y la que queda está descapitalizada por falta de reposición y mantenimiento. Recuérdese que no queda ni azúcar para exportar.

Al mismo tiempo, la figura cimera, Fidel Castro, está alejada del acontecer diario, y el sistema que diseñó tiene grandes fisuras, patentes en las abruptas defenestraciones de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque. Además, hoy actúan nuevas generaciones carentes de compromisos con el pasado y que mayoritariamente consideran el actual sistema como un obstáculo a sus naturales sueños de progreso y bienestar. 

Si Raúl Castro con su discurso de 2007 abrió esperanzas de cambios y transformaciones, la parálisis del gobierno ha liquidado las expectativas reformistas creadas, y provocado un considerable desgaste en  su credibilidad política.

Por último, la Administración de Barack Obama no parece inclinada a facilitar coartadas y justificaciones al gobierno de La Habana para cultivar el miedo al enemigo externo, justificar la represión, y echar sobre hombros ajenos las culpas propias.

Indudablemente, los meses venideros serán aún más difíciles para el pueblo cubano, aunque como nunca antes estará bien claro que el acrecentamiento de las penalidades y sufrimientos serán responsabilidad de quienes, sólo interesados en sostener un poder absoluto, se han mantenido ciegos y sordos a los llamados de los nuevos tiempos.