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Cuba, realidad y esperanza 

Juan Carlos Reyes Ocaña, Holguín Press 

HOLGUÍN, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Siempre que intento escribir algo sobre la realidad de mi país lo hago pensando en su futuro, en el qué sucederá mañana cuando el cambio definitivo sea, por fin, un hecho, y a nosotros los cubanos, todos, dentro y fuera, nos llegue el día de fundar una nueva Cuba. 

Confieso que me embarga un sentimiento de alegría, pero también de preocupación, sustentado en mi andar por las calles, donde observo cómo el régimen ha quebrado los principios éticos de sus ciudadanos. Corrupción, malversación, el robo son prácticas cotidianos en la vida de los dirigentes y la sociedad en general. 

Hemos aprendido a vivir en la doble moral, como si se tratara de un mecanismo de defensa ante cualquier amago contra nosotros de los cuerpos represivos; es por eso que puede verse a un militante del partido comunista declamando un encendido discurso revolucionario, y al día siguiente acusando al gobierno castrista en un canal de televisión de Miami. 

El desarraigo hacia el suelo patrio es cada día mayor. Un elevado índice de la población piensa en la emigración como única alternativa a su desesperada situación. Otros optan por enajenarse y tratan de sobrevivir. 

Los más jóvenes sufrirán daños sin precedentes, pues la mayoría perdió el amor que todo hombre debe sentir por su bandera, quizás por asociarla con el totalitarismo y la venta en divisa de nuestra insignia nacional. 

La historia de Cuba ha sido distorsionada casi totalmente, lo que ocasionará trastornos en cuanto a identidad y aprendizaje, pero incidirá de forma más dañina en los jóvenes. 
La simulación en la lucha por la vida, como diría Ingenieros, es lo que más daño nos causa. Es penoso observar a la mayoría de los cubanos transitar por el sendero de la hipocresía, y peor aún, verlos transmitir a sus hijos ese modo de existencia. 

En fechas como el pasado primero de mayo se puede ver la plaza invadida por millones de personas que gritan consignas a favor del gobierno, cuando todos sabemos que ni ellos mismos creen lo escrito en las pancartas. Tal es la simulación que nos envuelve. 
Pero no podemos culpar del todo a la población, pues la política de terror del régimen hace que cada ciudadano, desde que nace, lleve el miedo en su ADN. 

Nos queda algo que nadie ha logrado arrancarnos: la esperanza. Esa es nuestra única arma, conservarla será el mayor reto. Fundar una nueva Cuba es una opción que está en nuestras manos.