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Marie-Berengere

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) -  El miércoles 15 de abril, me quedé esperando a la menuda, joven e ilustrada francesa con la que establecí una inteligente comunicación días atrás. 

La encontré en casa de Roberto Ávalos, en Centro Habana, el sábado 11 de abril, y ese día nos acompaño al periodista Roberto Guerra Pérez a casa del doctor Darsi Ferrer, en el barrio Santos Suarez. Sencilla, con aire de turista despreocupada, le acompañaba un francés tan joven e inteligente como ella, cargado a la zurda a tal punto, que me preguntó si creía que el comunismo era de alguna forma viable.

Fuera de los protocolos, entablamos conversación con rapidez sobre la cultura isleña y la influencia francesa. Conversamos de la realidad nacional y  su entusiasmo por el estudio en la Escuela de Ciencias Políticas de Paris. Su castellano era limpio, por lo que la conversación en casa de Avalos fluyó grácilmente para tener que interrumpirla por al peso del cronómetro.

En Santos Suárez conversamos más de tres horas. El encuentro fue  amenizado por la presencia del hijo del médico, simpático y ocurrente, y la llegada ocasional de otros patriotas como Manuel Cuesta y el periodista Carlos Ríos. Los temas versaban sobre la transición a la democracia de los diferentes “agentes de cambio” y las medidas que tomaba el gobierno  para desmontarlas. 

Fue interesante la exposición del doctor Ferrer, un pinareño de pura cepa, sobre algunas de sus experiencias  trabajo en el Centro de Salud y Derechos Humanos Juan Bruno Zayas.  Hizo hincapié en el trabajo con las comunidades de albergados en la periferia de la ciudad y el que se realiza en ellas con pocos recursos, pero con alto impacto, en ese grupo poblacional, lastimosamente marginado.  

Pasado el mediodía nos despedimos de Darsi y su esposa, para almorzar una pizza junto con un sabroso batido de guayaba, en un “parados” de la calle Serrano.  El suculento “tente en pie” estimuló la conversación sobre el tema cubano.

En la Calzada de 10 de octubre, por un peso por persona, un ómnibus rutero, nos llevó en pocos minutos al Parque de la Fraternidad. Nos despedimos. Durante el encuentro intercambiamos criterios sobre la transición política. Ella mostró especial interés sobre mi tesis de maestrante (2004), en la Universidad de la Habana. Quedamos en vernos el miércoles 15,  a las 4 de la tarde, sin necesidad de confirmar.

Al llegar el miércoles y pasada la hora de la cita, sin su presencia, me quedó la preocupación de lo sucedido. Esperé, las malas noticias no demoran. Una semana después, Guerra Pérez me confirmó que Marie-Berengere había sido expulsada del país. Su delito: conocer la realidad nacional por boca de sus actores.

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