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Otra escuadra hacia la muerte

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - La pared es un mural de libaciones patrias. Entre la mugre y las distintas capas de carburo empleado como pintura, resaltan el mapa de operaciones alcohólicas y una foto de Lenin con un bisoñé rojo cubriéndole la frente. El cuarto huele a musgo, a campo de batalla bombardeado con alcohol después de cada escaramuza. Sentado sobre un banco, Orlando “Putiti”, ex teniente de la reserva, se juega la vida en cada trago de su propia guerra etílica.

Dice ser un hombre afortunado: Tiene techo, alcohol y una escuadra de amigos que siempre lo acompañan bajo las ráfagas relajantes y rompe hígados del ron casero “saltapatrás”.

En el pequeño cuarto, además del mapa, el cartel, la columbina y un saco de botellas vacías, se encuentran varias pilas de ladrillos frente a la pared.

En ellas se sientan, de izquierda a derecha y en orden de  jerarquía, el sargento Yuli, el cabo Poti, y los soldados Angelito “Machaca”, Agustín “El Tingui” y Abraham “Tafur”. Todos eran trabajadores de la salud, y por distintas causas e iguales desilusiones que los llevaron a desembocar en similares borracheras, vinieron a parar aquí.

Asegura que la imagen de Lenin con el bisoñé no es una burla. Le pintaron la frente para que las buenas ideas que nacieron de tan preclara calva no sigan siendo traicionadas.

Todo es quietud en este improvisado puesto de mando donde, según Putiti, se reúnen cada día los remanentes de una escuadra que luchó durante una movilización de la reserva contra un desembarco aéreo de tropas norteamericanas por los guayabales de Peralejo.

“En esos ejercicios militares de un hospital en tiempo de guerra sólo salían heridos de gonorrea, mierda de vaca y alcohol. Era una lucha contra fantasmas, y ellos querían un enemigo real que permitiera saciar la rabia que les sembraron”,  cuenta entre trago y trago

Primero se reunían en fechas significativas o después de las movilizaciones; luego, los fines de semana, y desde el año 1993, todos los días. Cada cruz marcada en el cartón señala una fecha en la que alguien del grupo cayó bajo una trepidante borrachera.

 “Este día -pone el dedo sobre un punto- murió Beto Pechón sobre la columbina, fulminado por un disparo doble de hueso de tigre. En este otro, “El “Chiri” casi vuela sobre una mina de caguín y sufrió una caída  que ya no puede  dar ni un paso. En esta parte - señala una zona sombreada de azul- descansan en la paz del alcohol los nombres de ilustres borrachos que nos acompañaron en tantas batallas etílicas y luego fueron a morir en otros pueblos”.

Vuelve al banco: “Nos jodieron la vida. Nos vendieron un mundo de fuegos artificiales, carrozas, pan y dignidad para los humildes y sólo alcanzamos palos. Se lo llevaron todo”.

Se empina del pico de la botella.

 “Yo era médico. Pero no importa. Somos borrachos revolucionarios. Una escuadra que marcha hacia una muerte a la que fuimos condenados”.