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Canto a nosotros mismos

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - El título de esta crónica recuerda al poeta Walt Whitman, que tanto ha influido en todos los que lo hemos leído. Pero no trata de poesía mi crónica. Cambié la poesía hace diez años por el periodismo, congruente con la dura realidad que vive nuestro país bajo la dictadura comunista.

Comencé con CubaNet y terminaré, no sé cuándo, con CubaNet, esa segunda casa mía que jamás he visitado, y donde he vivido siempre, aunque no conozca personalmente sus paredes, su gente, ni me haya asomado a sus ventanas.  

Fuimos, somos y seremos muchos los periodistas independientes, bajo un régimen que nos ha soportado o tolerado pese a sus más mezquinos y ruines métodos dictatoriales.  


Alguien dijo alguna vez en el exilio: “Hace falta un verdadero periodismo en la isla”. Y surgimos como flechas incendiarias para gritar la verdad a diestra y siniestra, sin temor a la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas asumiendo las formas de difamación, amenazas, represión, cárcel y destierro. 

Muchos hermanos nuestros, muy valiosos, sobreviven en las cárceles de Fidel Castro, hombres cuya pluma se teme en estos tiempos de crueldad totalitaria. Adolfo Fernández, Ricardo González, Héctor Maseda, Normando Hernández, Víctor Rolando Arroyo, Oscar Sánchez Madam, José Ubaldo Izquierdo y una larga lista. Como el poeta de Hojas de Hierba, estos periodistas y muchos más, presos injustamente, tienen una plena confianza en el valor innato de los hombres. 

Ellos en cautiverio y nosotros en libertad entre comillas, hemos desafiado a la dictadura comunista, hemos hecho de nuestras plumas un arma verdaderamente pacífica, pero demoledora.

Hemos escrito con objetividad y practicado el periodismo libre. Hacemos e hicimos un periodismo agudo abordando la realidad cubana sin ningún temor, denunciando las violaciones de los derechos humanos que se suceden en Cuba día a día, sin cansarnos. Eso duele al tirano.  

Si logramos esa hazaña humana como un tormentoso placer, ha sido en gran medida gracias al exilio, a los hermanos de la otra orilla que pese a momentos duros, han estado ahí, siempre tendiéndonos sus manos. 

Nuestro trabajo se conserva no sólo en los archivos, sino también en los corazones de todos esos que en Cuba y en el mundo nos han leído cada día, sorprendidos de que seamos de carne y hueso, de que existamos en realidad, de que podamos caminar milagrosamente por nuestras calles arriesgándonos a que “casualmente” un auto militar nos pase por encima, arriesgándolo todo por la libertad y la democracia, transitando un camino más de espinas que de rosas.  

Es por eso, repito, que canto a nosotros mismos.