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Una extraña conversación 

Juan Carlos Linares Balmaseda


LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Recibí esta comunicación la víspera: “Por este medio se procede a la citación de Juan Carlos Linares Balmaseda, vecino de Juan Alonso 410 altos entre Municipio y Rodríguez, barrio Luyanó, a fin de que se presente en la 6ta Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria en calle 31 entre 108 y 110, ante el teniente Juan, a las 8:00 horas del día 30 de abril de 2009 con el objeto de entrevistarlo”. 

Y debajo una aclaración: “Se le significa que de no comparecer sin causa previamente justificada se le impondrá una multa de veinte pesos o ser acusado de negación de auxilio según el artículo de la Ley de Procedimiento Penal”.

Comparezco puntual. En la puerta del cuartel de policía me esperaba el teniente Juan, Entramos en una oficina. Nos sentamos frente a frente, escritorio por medio. “No pienses –me dice- que soy un degenerado porque te hago venir de tan lejos; tampoco lo veas como un interrogatorio, esto es una conversación”.
 
Por ahí se encausa la conversación, haciendo escala  en una imputación habitual: soy un mercenario del imperialismo yanqui. Respecto a ello –le digo: “Tengo un criterio propio; si escribir de lo que acontece en mi país me hace un mercenario, entonces compartiré el calificativo con los médicos, maestros, periodistas, instructores de arte o deporte, propagandistas del régimen a cambio de obtener prebendas económicas; autos, casas, efectos electrodomésticos, ropa y calzado”.  

“¿Cual calificativo –le digo a Juan- debo utilizar para los militares cubanos que entrenan y asesoran a los cuerpos de seguridad de otros gobiernos y a organizaciones armadas?”.

Habían  pasado tres años sin recibir este tipo de citaciones para interrogarme o conversar, pero siempre con el objetivo de obtener información. 
 
“El periodismo –le dije- es público, y el espionaje secreto. Siguen caminos diferentes”. Entonces el oficial habló de la ética periodística, partiendo del hecho de que muchos periodistas independientes no son graduados universitarios. “¿De qué ética puede hablarse en un país donde las leyes ignoran la libertad de expresión? Es la primera norma ética sobre la que se debe discutir” –le dije.
 
Una cultura de respeto y apego a la legalidad se establece mediante la legislación en función de los ciudadanos, nunca al revés. Tuve la impresión de que la placidez del teniente Juan encarna la política oficial de cortarle el paso a todo lo que tenga que ver con la reconciliación nacional.