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Los viejos del barrio

Valentina Cueto

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Rostros arrugados y miradas opacas por el tiempo; espaldas encorvadas, ropas raídas y no muy limpias. Los que antaño fueran atractivos personajes de ambos sexos –maestros, ingenieros, técnicos o simples amas de casa – se reúnen, hermanados ahora por el almanaque, en torno a los bancos de los parques del barrio. Sus temas de conversación, tan gastados como su vestimenta, aluden a tiempos de pasadas glorias: son los viejitos del barrio.

Aunque el cubano es respetuoso de los ancianos, por naturaleza y tradición, estos abuelos tienen un común denominador: la soledad. Algunos nunca tuvieron hijos; otros, que sí poseen una extensa familia, sufren la separación de sus seres queridos por causa de la emigración o la muerte temprana. Por eso se reúnen entre ellos: para, compartiendo tristezas y preocupaciones,  darle un sentido a su vida a través de la amistad.

Sin proponérselo se han convertido en los portavoces de bodegas y carnicerías: “Ya vino el pollo”. “Llegaron los huevos”,  informan a los vecinos, como si las aves y sus posturas tuvieran la capacidad de desplazarse. Es el modo que tienen de sentirse útiles y brindar un servicio a la comunidad.

Hay que reconocer que gracias a estas oportunas informaciones muchos vecinos ocupados en múltiples tareas no pierden las ridículas cuotas de alimentos que se venden por la libreta, dicen que a precios subsidiados por el Estado.

La disminución de la tasa de natalidad, la emigración y otros factores internos hacen de Cuba un país cuya población tiende a envejecer, y no se observa un horizonte de mejoramiento en los niveles de vida.

El abandono y la soledad conforman entre los hombres y mujeres de la tercera edad un panorama desolador. La cantidad de hogares para ancianos sin familia es  limitada y los que existen no cubren la necesidad de una población que demanda cada vez más de este servicio.

La seguridad social y las pensiones, aun las más altas, no son suficientes para cubrir las necesidades básicas de ningún cubano. Los ancianos que no tienen familiares en el exterior que les envíen remesas de manera estable, viven al borde de la indigencia.


En medio de la crisis económica por la que atraviesa el país la seguridad social ha desarrollado un programa de ayuda a través de comedores populares donde les brindan a los ancianos un almuerzo diario que, si bien en calidad y cantidad deja mucho que desear, al menos les permite, por un peso, llevarse un bocado de comida a la boca.

La pregunta que nos hacemos es si este panorama  será el futuro de las nuevas generaciones que apostamos a vivir en la Isla, según Colón, la más hermosa tierra que ojos humanos vieron.