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El miedo de Crispín

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - El costo  exigido a los disidentes en su lucha por instaurar la Democracia en Cuba es muy difícil de compilar. A la vez que constituye un suicido económico (la primera medida que toma el gobierno es botarte del trabajo), también te convierte socialmente en un bicho raro. En mi caso particular sigo perdiendo amigos, esta vez fue el anciano Crispín, un vecino de Jaimanitas, trabajador retirado del comercio y viejo militante del partido.

Hoy por la mañana cuando iba a la panadería, me detuve frente a su casa como siempre, para dedicarle unos minutos. Con Crispín me entero de muchas noticias frescas, singulares, pues  madruga con el radio encendido siguiendo los noticiarios.  Aunque es militante del Partido Comunista desde su fundación, Crispín no está ciego, ni es un fanático, lo considero  un crítico social. Pero hoy mi amigo amaneció distinto, en cuanto me vio salió a la calle, impidiendo que entrara en su domicilio.
-Qué bueno que viniste, necesitaba hablar contigo.

Me extrañó que no me invitara a pasar, ni me brindara café, señal de que algo raro sucedía.  Estaba pálido, muy asustado. Se notaba que quería salir rápidamente del asunto. Miraba a todos lados con recelo. Habló en susurros.

-Lo que tengo que decirte es muy delicado, porque somos amigos desde hace años y sé perfectamente que eres un buen tipo, pero estás metido en camisa de once varas con esa locura del periodismo independiente. Te están siguiendo los pasos centímetro a centímetro, por todo Jaimanitas. Desde que te levantas hasta que te acuestas. ¡Lo peor de todo es que tienen fotos tuyas entrando y saliendo de mi casa! ¡Hasta con el brazo agarrado a esta reja! As --Crispín se recostó a la reja de la calle, y descansó un brazo sobre los barrotes.
Iba a preguntarle cómo sabía eso, pero no me dejó hablar.

-Ahora mismo nos están retratando, y filmando. ¿Tú te imaginas que se pongan a pensar por casualidad que aquí, en mi casa, es donde se guardan los papeles y me carguen para Villa Maristas con 20 años por la cabeza, sin beberla ni   comerla?

-¿Qué papeles?

-Los de ustedes. Baja la voz.

Crispín miró con disimulo  hacia los tejados de las casas vecinas, buscando algún fotógrafo apostado. También miró la calle en todas direcciones. Estaba vacía. Para despejar la tensión le dije en broma.

-A estas horas no se han levantado todavía.

Crispín se enfureció.

-Tú crees que es mentira. Yo vi las fotos, y apareces tú, con la mano puesta así, en esta reja. Mi casa retratada y ellos siguiéndote adonde quiera que vas. Tengo que  pedirte, por favor, que no me visites más. Por la calle nos saludamos, qué hay, qué hay, pero aquí, en mi casa, no puedo recibirte. Por lo menos hasta que esto cambie… no sé…  lo cierto es que ya estoy muy viejo para estos sustos. Anoche no pude dormir ni un minuto. Con solo pensar que tienen mi casa  en una foto, es suficiente para que no pueda vivir tranquilo.