www.cubanet.org
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente y su autor.
 

La hora del recreo

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Los habaneros suelen llamar “la hora del recreo” al momento en que son leídas las Reflexiones de Fidel Castro en el Noticiero Nacional de Televisión. Es cuando el televidente aprovecha para levantarse e ir al baño o tomar agua, o simplemente para estirar las piernas. Como los niños en la escuela a la hora del recreo.

Claro que el desdén es compartido. Desde hace decenios –mucho antes de que se enfermara- Castro no incluye al pueblo cubano entre los destinatarios de sus discursos: hablados, escritos o dictados. Durante un largo período fuimos parte de la escenografía, la parte más afectada, pues nos tocaba perder energías y tiempo haciendo el papel de masa en las concentraciones. Pero ya desde entonces él no discursaba para nosotros, ni nosotros lo atendíamos.   

La ventaja de hoy es que resulta menos trabajoso desoírlo. Basta con dar un paseíto a “la hora del recreo”. No cuentan, porque no han contado nunca para nuestra gente normal, la primera página del periódico Granma ni el programa Mesa Redonda.  

Tal vez por eso nos resulta pintoresco y hasta muy gracioso enterarnos de que en este minuto las Reflexiones de Fidel Castro, según se dice, aparecen entre las columnas más reproducidas por las agencias internacionales de información, junto a otros medios del mundo capitalista. Es algo que sobrepasa nuestra capacidad de entendimiento. Pero sus razones tendrán. Y buen provecho.

La cuestión es que a los cubanos del montón no nos van ni nos vienen las tales reflexiones, ni aun en el caso, improbable, de que estuviesen dirigidas a nosotros.

Este desinterés registra posiciones diversas pero coincidentes en su meollo. A la juventud, en abrumadora mayoría, no le interesan porque no, porque “no están para eso”, sin más explicación. Hay otros, más y menos viejos, que las descalifican a priori, alegando estar hasta el último pelo de discursos y manipulaciones. Están los que manifiestan irritado rechazo ante el derroche de negatividad y/o ante el tono quejumbroso, apocalíptico, que se gasta el columnista en jefe. Incluso, hay quienes sienten lástima al leer las Reflexiones.

Entre estos últimos también se observa una cierta diversidad de enfoques. Alinean desde los nostálgicos de la vieja guardia hasta los burlones de siempre. Por cierto, son los que con mayor frecuencia se han manifestado en fechas recientes. Sobre todo cuando el columnista se desgaznata queriendo llamar la atención de Obama y visiblemente ansioso por provocar sus respuestas.

Durante esos días ha sido común escuchar en las calles de La Habana comentarios irónicos o compasivos, del tipo: “Ay, Dios mío, por qué Obama no acaba de responderle, para que se calme los nervios”; o del tipo: “El negrito lo está llevando recio, le puso la cabeza mala”; o del tipo: “Pobrecito, otra vez hablando solo”.

Muchas veces se afirmó, con alucinante chovinismo, que el pueblo cubano le daba lecciones al mundo. Y ahora, cuando verdaderamente le está dando una lección, el mundo no la atiende. Por lo menos el mundo, según las agencias noticiosas.