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Las cuentas claras

Luis Cino (PD)

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - A propósito del  artículo De cartas y de firmas, se me han acercado varias personas asombradas (o enviadas) para preguntar qué se ha hecho de mi moderación y sentido de lo políticamente correcto. Supongo que ambas virtudes sigan exactamente en el mismo lugar que estaban. O sea, bien al centro del pecho y con una ligerísima, casi imperceptible inclinación al lado izquierdo. Creo que por ahí, si los golpes y las decepciones no lo mudaron, debe andar el corazón.  

Si acaso, lo que me preocupa un poco es mi capacidad para hacerme entender últimamente por algunos. Con lo mal que huele para mi olfato el mejunje de gato por liebre que cocinan por ahí, miren que trato de evitar los circunloquios. Pero ni modo. Para algunos, es como si hablara en swahili.  

Hablemos claro. No tengo absolutamente nada contra el derecho de los norteamericanos a viajar a Cuba. Tampoco creo que la avalancha de turistas de Estados Unidos vaya a provocar, ni aunque traigan las trompetas de Jericó, la caída del régimen. Pero me malinterpretan los que piensan que francotiroteo a mansalva contra la carta de los 74. A nadie se le ocurra ponerme en la lista de los 300 ni en ninguna otra. De un tiempo a esta parte hago alergia a los listados. Repito. Sólo quiero estar en la lista de los que exigen la libertad de los presos políticos y de conciencia.  

Para firmar algún documento que aparezca por mi ruta, tengo primero que tocar madera, mirar si no hay algún gato negro por los alrededores y tomar el lápiz con la mano izquierda, después de orinar.  

Con tantas  trampas, oportunistas y chivatos de toda laya, me pongo paranoico hasta niveles victroleros y desconfío -¡ay los bolerones, yo que me creía rockero!- hasta “de los amigos que dicen ser amigos, de las mujeres que mienten al besar”.  

Con  el malware  del camarada  Ramirovich y los ciber-nenes de la Universidad de Ciencias Informáticas, ya ni en el teclado de la PC se puede confiar. Figúrense que quedará para los protagonistas que se quedaron sin casting, los monaguillos con salterio y cencerro, los ingenuos de carroza, las esposas desesperadas y los que truecan firmas por tarjetas blancas. De veras que no quiero estar en esa película. Ni siquiera pasar por el cine. 

Que no me vengan con chismes ni con intrigas. No me interesa saber quiénes son los agentes. Que hagan su trabajo, y no molesten al prójimo. ¡Qué me libre Mao de tanta sombra chinesca! Allá mis “amistades peligrosas”  si no soportan las cuentas claras…

luicino2004@yahoo.com