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Entre vampiros

Leafar Pérez 

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - No es el título de una película de horror. Ni tampoco una pesadilla. Sin ser un superhéroe sobreviví a una noche rodeado de chupadores de sangre, hombres lobos y discípulos del diablo. No los contacté en un lejano castillo rumano. Traté con ellos en una concurrida avenida de la capital cubana.
Para mi asombro, todos son muchachos menores de veinte años, adolescentes que en algunos casos son casi niños. 

En otras ocasiones he hablado de las tribus urbanas que forman parte de la sociedad cubana actual. Quizás porque, como joven, me interesan y afectan directamente estos tipos de comportamiento. Pero no sé cómo calificar a estos muchachos que con mucha seriedad me explican sus mañas para hipnotizar a sus víctimas y chuparles la sangre. También cómo actúan cuando hay luna llena y se transforman en lobos.

En cuanto al culto a Satán, se ha puesto de moda entre los jóvenes tatuarse el 666. Número que representa a Belial, la Bestia y otros nombres del ángel devenido demonio. Me cuentan cómo se reúnen en a realizar sus rituales de magia negra, y me aseguran que las vírgenes son ideales para los sacrificios que exigen sangre.

En estos tiempos globalizados, no es de extrañar que los jóvenes de todas partes del planeta adopten las formas de vestir y pensar que están de moda en todo el mundo. Pero sí es preocupante que estos muchachos vayan a los extremos, que les parezca bien ser “seguidores del mal” y se mantengan de manera permanente enajenados de la sociedad.
No podemos exigirles que sean autómatas, están en la edad de soñar y sentir que tienen alas para hacer volar sus fantasías. Pero no se trata solamente de una forma particular de vestir o expresar de manera exagerada su individualidad o su pertenencia a un grupo. Estamos hablando de un culto a lo oscuro, como lo definió uno de los jóvenes con que conversé, que trae aparejadas conductas negativas para ellos mismos.

Con los jóvenes se debe ser tolerantes y escucharlos. Sobre todo en una sociedad como la nuestra, tan permeada por la política y la intolerancia. Creo que con  estos jóvenes, hay que conversar, para conocer sus necesidades, esperanzas y sueños. No debemos dejarlo para mañana, debemos hacerlo hoy, antes de que la situación se nos vaya de las manos.