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Padre también hay uno solo 

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Próximos a conmemorar el Día de los Padres los cubanos tienen sobradas razones para homenajear a los que contribuyeron a darnos el ser y guiaron nuestros pasos por los difíciles caminos de la vida.

Esa guía y ese desvelo al abrigo de nuestros viejos, es lo que hace única e irrepetible la figura del padre y, en igualdad amorosa con la madre, nos permite afirmar que padre también hay uno sólo.

Si pensamos con un poco de detenimiento, los hombres, genéricamente hablando, tenemos la posibilidad de disfrutar más de una vez la dicha de ser padres: cuando tenemos nuestros hijos y luego cuando nos vienen los nietos.

No pocos abuelos aseguran querer más a los nietos que a los hijos, aunque la opinión más generalizada es que se aman con igual intensidad, pero de un modo diferente. A los nietos se les ama con un poco de lástima o compasión, debido a la inocencia escondida en su risa juguetona, ignorante de los peligros, decepciones y sinsabores que se agazapan en los recovecos de la vida. Tal sabiduría viene con los años, y por eso parecen ser los abuelos los que mejor saben querer.

Los padres cubanos bien se merecen que les rindan honores y les dediquen un día en el calendario. Ningún padre en el continente ha tenido que sufrir las circunstancias de medio siglo de sacrificios, privaciones y sufrimientos de todo tipo en aras de un futuro siempre postergado y en el que, por la misma razón, ya nadie cree.

Nuestros padres, en los últimos cincuenta años, han dado muestras de entrega y fidelidad a la familia como nunca antes en la historia de la nación. Medio siglo de lucha y trabajo sin descanso, sin ambicionar nada para ellos, sacrificándolo todo por el futuro de los hijos. Porque así se nos dijo desde el día del triunfo revolucionario, con la promesa de que el sacrificio de hoy sería el bienestar de los hijos el día de mañana.

Así, confiados en la promesa, fueron los hombres cubanos por montes y llanuras a cavar trincheras cada vez que cambiaban de presidente los americanos, pues se les decía que en tales trances era mayor la agresividad del enemigo imperialista. También cuando ocurría un incidente en la base naval de Guantánamo, en el mar, en las costas y en el aire.
Cuando los norteamericanos descubrieron los cohetes soviéticos; cuando un barco o un avión cubanos eran secuestrados y conducidos a Estados Unidos; en fin, los padres cubanos vivían atrincherados a lo largo y ancho del país, esperando a un enemigo que nunca vino.

El padre cubano es aquel que durante décadas no ha comido carne para dársela a sus hijos, pues el pedacito vendido por la libreta de racionamiento ni siquiera se aproximaba a la cantidad mínima requerida para alimentar a un niño.

Muchos marcharon a tierras africanas en son de guerra, no porque estuvieran convencidos de  deber internacionalista alguno, sino para evitarle al hijo la humillación de ser tildado de hijo de un cobarde traidor. Y así partieron algunos a otras latitudes de donde tal vez nunca regresaron, para evitar que se les cerraran las puertas a sus hijos.

A veces hubo que optar por la despedida y consentir, y hasta propiciar, la salida definitiva del hijo en busca de otros horizontes, de otros cielos más promisorios. En ocasiones fue el padre el primero en despedirse y asentarse en el extranjero desde donde pudo ayudar mejor a la familia y gestionar la reunificación. Pero el desgarramiento resultó inevitable y dejó sus huellas.

Algunos por el mundo han cuestionado a nuestros padres por no haber transformado la conformidad e indiferencia en rebeldía. Los que así hablan no entienden nada de lo que es un régimen totalitario. No lo conocen. No lo han vivido.

Nos vino el “periodo especial” tras la caída del comunismo en el resto del mundo, y para lograr la subsistencia no sólo se requirió obedecer al Comandante, hubo que transgredir la legalidad y a veces exponer la vida misma en aras de garantizar la alimentación y la vestimenta a la familia. Se inauguró la etapa de “arréglatela como puedas”, con la única opción del “invento” como fórmula para ir “tirando”. En la misma medida en que disminuía la subvención estatal, aumentaba el control y la represión gubernamental a todo gesto opositor o disidente.

El dolor y la frustración infligidos a los padres cubanos durante medio siglo de totalitarismo han tenido como única excusa el porvenir de los hijos, la creación de un futuro mejor para ellos. Luego del sacrificio de varias generaciones en aras de tan ilusorios propósitos, lo único que podemos desear es que se produzca un cambio profundo en los conceptos y las acciones hasta hoy sostenidos y practicados, los cuales, lejos de proporcionar la felicidad prometida, han sumido a nuestros país en la miseria y la desesperanza.