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Querido amigo

Rafael Ferro Salas

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Reciben su día del año sin algarabías. En ocasiones la celebración para algunos pasa inadvertida. Pocos saben que el tercer domingo de cada junio es el Día de los padres. Sin embargo, esos incansables luchadores de la primera línea en cada casa no se quejan y siguen adelante cargando en hombros el destino de los suyos. 

Vale colocar en el centro de esa celebración a los padres cubanos. Los de adentro y los de afuera, que no es lo mismo, pero es igual. Desde cada latitud enfrentan de igual manera angustias y nostalgias por lo perdido, comparten esperanzas y hacen sacrificios por el bien de sus familias fragmentadas. 

No debe olvidarse a los involucrados en guerras ajenas y distantes, que nos devolvieron muchos muertos. Y recordar también en este día a los retadores de sombras y atropellos que, desde las cárceles, siguen defendiendo la palabra, los derechos arrebatados y la esperanza. 

Mérito aparte para los que cada día cruzan la línea divisoria entre lo ilegal y lo permitido para dar de comer a los suyos, los cabezas de familia que renuncian al bocado de comida que les toca y lo ponen ante sus muchachos. 

Recordar también a los que fueron padres y se ahogaron en el intento de cruzar el Estrecho de Florida.  

Un homenaje sencillo, si es sincero, puede ser a veces grande. Sólo cuento con la palabra escrita para homenajear a esos padres; la uso a modo de flor en el agua, manojo de rosas ante una tumba o cual visita a una prisión, que no se me permite hacer. Es mi reconocimiento a esos hombres a quienes imito cada día de mi vida.  

Desafiando esas ausencias, junio llega siempre nos trae su tercer domingo. Entonces nos damos a la tarea de salvar la alegría y no dejamos de pensar en esos padres que desde la distancia esperan con nosotros que retomen su nivel las aguas y las vidas.

Los exiliados de siempre, los que renunciaron a las calles de sus juegos, a las casas de sus primeros llantos para salvar las nuevas casas y los juegos futuros de los hijos que llegaron; los que no tuvieron otra salida que la salida misma. 

Nos queda, a fin de cuentas, el privilegio de saber esperar. Nadie puede arrebatarnos lo que nos viene. Para esta jornada de recuerdos, felicitaciones y agradecimientos, nos contentamos con decir a los que desde cualquier sitio son paradigma de esperanza: ¡Felicidades, mi viejo, mi querido amigo!