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El sueño de Evaristo

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Evaristo afirma que sueña pocas veces. Ocurre que teme a sus sueños. Diferentes a los sueños de otros, los suyos son placenteros y tranquilos. El problema aparece después que despierta y los recuerda a media mañana.


Por ejemplo, el último de sus curiosos sueños dejó en su mente una desesperanza total. En el sueño habitaba la casa en la que vive, pero la calle estaba limpia como nunca la ha visto. Se sentía contento con eso. Respiraba a pleno pulmón el aire puro y pensó en medio del sueño que la causa era la falta de polvo y suciedad ambiental. Además, en el sueño la televisión no transmitía mensajes gubernamentales ni políticos, y el noticiero informativo anunciaba buenas novedades. Sí le extrañó la ausencia de consignas políticas y creyó que estaba en otro país. Pero sentía que seguía en Cuba.

El silencio del barrio le impresionaba. Pensó entonces que estaba muerto, pero el timbre del teléfono le recordó que los muertos no oyen. También sintió deseos de comer dulce. Abrió el refrigerador y extrajo una porción de cake de nata, y creyó que de nuevo los vendían en la antigua Sears a 25 pesos.

Sin embargo, se confundió un poco cuando su mujer lo llamó desde la sala para que viera el  recién llegado mensaje de su hermano residente en España en la pantalla de una computadora. ¡Tenía también una computadora! Bueno, él se daba cuenta que soñaba. Y no quiso despertar.

Escuchó el pregón de un vendedor que anunciaba mangos a 1 peso, guayabas a 50 centavos y le pareció irreal; al fin y al cabo era dentro del sueño. Creyó que tenía los bolsillos con menos dinero que plantas en un desierto, y no fue así.  Por tanto, escogió un billete de veinte pesos y compró todo cuánto deseaba. En los brazos cargó las frutas como si fuera un bebé y pensó que el vendedor le dio las gracias por la compra y él, desacostumbrado, no correspondió la cortesía.

A pesar de estar consciente de que soñaba, encendió el aparato de radio, la primera estación que sintonizó transmitía una música deliciosa que no era el reggaetón que detesta con fuerza  y la letra de la canción siguiente la consideró magnífica. Lo más significativo fue que no escuchó ningún anuncio de nuevas prohibiciones.

A esas alturas del sueño, dijo, comenzó a molestarle algo. No sabía qué, pero percibió cierta ansiedad al respirar. El asunto era que sabía que estaba dormido, en su cama, en Cuba, pero no era Cuba. La que él conocía. La de realidad, en la cual la vida está repleta de dificultades y prohibiciones hasta el tope.

Despertó con ganas de orinar. Eran las cinco de la mañana, y a medida que miraba el  orine hacer espumita en el agua, un sabor amargo ascendió del estómago hacia su boca.
Se pasó la mano por los pocos pelos que le quedan, y fue cuando el casete de la memoria hizo rewind y luego play y, muy conscientemente, revisó en la mente lo que había soñado. Llegó a la conclusión de que era un sueño subversivo. Se lo contaría a Lucas en cuanto lo viera.