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Derrumbes con suerte

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - En Ciudad de La Habana más de la mitad de las viviendas están en malas condiciones. Debido a ello, los derrumbes parciales o totales son muy frecuentes y consiguen cada vez menos significación noticiosa, salvo que en un siniestro haya fallecimientos o sea de magnitud excepcional.  
 

El pasado viernes 5 de junio se vino abajo una parte de la habitación No. 10 de la  cuartería de la calle Pedro Perna 371, en Luyanó. La vivienda contaba con una sala-comedor, una cocina y baño, muy pequeños, y una barbacoa (entrepiso añadido por los inquilinos) donde estaba el dormitorio, escalera mediante.
 
Con el derrumbe la habitación quedó sin cocina ni baño. La propietaria del inmueble, Regla Menocal, relata: “Por suerte mi hijo se había lavado la boca y acababa de salir del baño”. Y suerte que a las 6.30 AM, momento del estruendo, nadie caminaba por el estrecho pasillo de la cuartería.
 
Hace unos meses,  a pocas cuadras de allí, milagrosamente no hubo víctimas al producirse el derrumbe total del edificio de la calle Concha y Juan Abreu. Cuentan que una anciana cayó en su silla de ruedas desde una altura de casi seis metros, y fue sacada de entre los escombros sin un rasguño. Entonces, ¿quién duda que la suerte también esté presente en el convite cotidiano de calamidades y derrumbes?  
 
En lo adelante, en la cuartería de Pedro Perna, Regla Menocal deberá cocinar y bañarse en casa de los vecinos o familiares, y hacer sus necesidades fisiológicas urgentes en una lata. El derrumbe también arrancó las tuberías de agua y gas. 
 
Hacía tiempo que la tubería de gas era la que sostenía la pared. Todos esperaban que la solución llegara del Poder Popular. Dado que la legalidad socialista establece con claridad que nadie puede resolver sus problemas por cuenta propia, sólo el Estado benefactor está autorizado, la gente debe esperar mientras el peligro acecha. La falta de recursos monetarios, por un lado, y la contención policial por otro, contribuyen a que los inquilinos no puedan asumir por cuenta propia las reparaciones.
 
Esa cuartería había sido declarada inhabitable hace veinte años, hasta que a mediados de los noventa el Instituto de la Vivienda municipal propuso a los moradores suprimir la categoría de inhabitable a cambio de sustituir el ruinoso techo de viga y lozas de hormigón por tejas de asbesto cemento, en desacuerdo con la mayoría, que sabían que con las tejas llegarían otras calamidades (goteras, calor y fragilidad).

Los vecinos preferían la posibilidad de que el Estado les vendiera cemento, cabillas y arena a precios asequibles para fundir una placa de hormigón armado por su cuenta. Sin embargo, la opción gubernamental fue categórica: “O lo toman o lo dejan”, y la opción de las tejas, instaladas por una brigada estatal de modo chapucero, se impuso.