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Tesoro escondido

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - En la calle Paquito Borrero número 254, entre Remus y 24 de febrero, Palma Soriano, Santiago de Cuba, hay una casona  antigua que goza de una envidiable reputación: posee en sus entrañas un tesoro.

Dicho así, la información pudiera tildarse de novelesca, pero como la dirección y los datos son exactos, se reta a los incrédulos a verificarla. Lo cierto es que desde hace más de cien años viene corriendo de boca en boca entre los “palmeros” esta leyenda del tesoro escondido en esta casa, lo que ha provocado una notable incursión de buscadores de oro en ta localidad.

El actual propietario de la vivienda, Pedro Figueredo Guerra, aseguró que desde que vino a vivir a esta casa no ha podido dormir tranquilo ni una noche, pensando en los millones que están enterrados en alguna parte.

Ahora que la necesidad económica le ha apretado las tuercas, volvió otra vez a levantar el piso y a escarbar la tierra hasta los resquicios, para ver si encuentra algo que lo saque de apuros.

Dice Pedro que ha hurgado en diferentes puntos de  la casa sin encontrar ni un alfiler.
Una vez trajeron equipos sofisticados que determinaban las concentraciones de carbono hasta tres metros bajo tierra, pero no hubo hallazgos. Otro día se apareció un militar con un barre minas, asegurando que eran los equipos de mayor fidelidad para detectar metales. Si había algo enterrado allí no se escapaba.

El aparato marcó positivo en cuatro lugares de la casa. Levantaron el piso, abrieron enormes huecos en los sitios donde se encendió el bombillo. Uno fue en el centro de la sala, el otro en la habitación principal. Los otros dos  en el patio. A pesar de la profundidad de los agujeros abiertos, que excedieron  las medidas necesarias, no encontraron ni un clavo.

El piso de la casa quedó seriamente dañado, Pedro no cuenta con los recursos económicos para restaurarlo. Los desniveles que se encuentran ahora por toda la casa atentan seriamente contra la salud, ya su anciana madre cayó una noche en un agujero y se fracturó la cadera.

Su esposa le ha pedido el divorcio. No soporta más la cantidad de gente que viene a diario desde todos los puntos de la isla con aparatos detectores de metales y las promesas de que esta vez sí van a encontrar el tesoro. La vivienda se ha convertido en una especie de campamento. Los visitantes duermen en el piso. Comienzan a cavar desde temprano en la mañana.

Pedro Figueredo Guerra sabe que la única forma de resolver sus problemas económicos y familiares es encontrando el tesoro. Cuando uno conversa con él se encuentra a un individuo preparado, que se graduó de ingeniero mecánico en la universidad de Oriente y trabajó durante muchos años en la Flota Cubana de Pesca y luego en la Marina mercante. Viajó por el mundo y mantuvo un nivel de vida altísimo en relación con el cubano común. Hasta que comenzó a despertar de la realidad circundante y su pensamiento político evolucionó ciento ochenta grados.

Por sus ideas contestatarias fue separado de la Marina Mercante y no se le volvió a reubicar. Finalmente fue encarcelado y procesado por ser uno de los gestores del Proyecto Varela en Palma Soriano, aunque su causa  fue encubierta por un delito común, ardid muy común utilizado por la policía política. Cumplió dos años de condena en la prisión correccional El Cagueiro. Cuando regresó a su casa la encontró patas arriba y a su familia sumida en la miseria. Entonces se  dedicó a buscar el tesoro con más ímpetu.

Desde que amanece se le ve frente a un plano de la casa que ha cuadriculado metro a metro. A medida que trabaja va tachando con una cruz la sección   revisada. Muchos dicen que Pedro se ha vuelto loco con la obsesionada búsqueda de la fortuna. Cuando hablé con él me pareció un hombre en sus cabales. Eso sí, lleno de problemas económicos y frustraciones sociales, motivos que vuelven loco a cualquiera.