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Pero no en los parques

Moisés Leonardo Rodríguez

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Se dice que los viejos guardamos mejor los recuerdos de las cosas buenas y malas de los tiempos de la infancia, que de los hechos recientes.

 A mis 62 años aún mantengo frescos los momentos que pasé en el parque infantil de la hoy llamada calle 100, en Marianao bajo el cuidado de mi madre y mi abuela. Al revivirlos siento el molesto cosquilleo de la arena en mis zapatos, el mareo que inevitablemente me daba el Tiovivo, y la sensación de vacío al descender por la canal.

Después de los baños semanales, durante los casi tres meses de vacaciones escolares, en la playa La Concha, también en Marianao, me deleitaba por horas en el parque de diversiones Coney Island. Los caballitos, el tren, la estrella, los carros locos. Era como estar en el país de las maravillas.

El castrismo repite que los niños nacen para ser felices, pero no logran en la práctica que así sea. Sus aberradas concepciones de la sociedad en las que el hombre es medio y no fin, no se centran en lo que propicia realmente la felicidad de las personas, niños o adultos.

Los parques de diversiones, aunque se han montado algunos nuevos en los últimos tiempos, no satisfacen las expectativas de una población que se ha duplicado desde que ascendieron los Castro al poder.

Aparatos por momentos rotos, largas colas para acceder a ellos, difícil acceso por el deficiente transporte y alto costo del servicio, si se tienen en cuenta los salarios, son solo algunas de sus limitaciones y deficiencias.

Los parques infantiles de barrio (popularmente conocidos como parquecitos), no han aumentado en proporción al crecimiento demográfico. Los que quedan se encuentran en mal estado, a pesar de los pocos recursos que demandan su construcción, mantenimiento y reparación.

Son pocos los que se han construido en los últimos cincuenta años. En cada barrio no había un comité para la vigilancia de los vecinos, pero si un parque para el disfrute de los menores.

La excesiva centralización  y la desmedida politización de la vida nacional han convertido a los gobiernos locales, responsables del bienestar de sus electores, en marionetas útiles para los de arriba, pero inútiles para los hombres de a pie.

corrientemartiana@yahoo.com