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Apaga y vamos

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La preocupación de lo que sucederá en el verano crece como una mancha de aceite entre la población. Los augurios sobre la economía familiar de quienes gustan de hacer pronósticos van de mal en peor.

Ayer una amiga me contó que tendrá vacaciones obligadas en agosto. Esto significa que las oficinas donde trabaja cerrarán para ahorrar energía. Aunque su salario no peligra, sí perderá lo que ella llama “la estimulación”, una especie de cuota especial que incluye pollo o derivados cárnicos, algunos artículos de aseo, etc. En lugar de los primeros repartirán proteína vegetal.

Las últimas medidas para el ahorro de energía durante los meses venideros han puesto los pelos de punta a más de uno. Sobre todo, a quienes tienen que dar de comer a la familia. En las vacaciones, los niños en casa consumen más que en otros períodos del año. Por tanto, se necesitan más alimentos, de preferencia, ligeros.

Asimismo, no solamente preocupaciones ocupan la mente de tantos cabezas de familia, sino ciertas interrogantes. ¿Y la generación de electricidad que aportarían los cacareados grupos electrógenos? ¿Cómo resulta ahora que de nuevo tenemos como base de la obtención de energía a las viejas centrales termoeléctricas? ¿Y las bombillas ahorradoras y todos los electrodomésticos consumidores de menos electricidad en los hogares? ¿Para qué sirvió todo ese gasto si, en definitiva, ahora se gasta más? ¿Por qué no se castiga con multas y cortes del servicio a los culpables del despilfarro, en lugar de repartir el castigo entre todos?

Estas y otras son las preguntas que todos se formulan, porque si los apagones frecuentes se eliminaron supuestamente gracias a la llamada “revolución energética”, entonces, ocurre ahora que el gobierno no puede satisfacer la demanda creciente de electricidad, siendo el vasto aparato gubernamental el más grande consumidor.

No hay otra verdad que la del apagón de las ideas de la batalla. Uno de los fraudes más estridentes de los últimos cincuenta años en Cuba. Ni los maestros emergentes sirvieron como tales, con el perjuicio extraordinario para la educación general, ni la agricultura arroja rendimientos satisfactorios, ni la atención en el sistema de salud mejora, ni tampoco los cambios prometidos se ven por alguna parte, con el producto final de que la población se cansa.

Por muchos ómnibus que circulen por la capital, no se llegará a poseer un sistema de transporte óptimo porque los chóferes y otros trabajadores de las bases de buses carecen del profesionalismo que solamente un buen salario puede lograr. Ni la atención a los pacientes en los hospitales llegará a ser esmerada, mientras médicos y personal paramédico no sientan que se les retribuye de acuerdo a su labor imprescindible.

Desoír el reclamo de la población acerca de la necesidad de cambiar la vida del país y encapricharse en continuar por el camino del inmovilismo, con cambios de ministros y otras medidas cosméticas, no dará ningún resultado, solamente  nos empujará cada vez más hacia el abismo. Así que como dice el dicho “¡Esto está de apaga y vamos!”.