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Causa y consecuencias

Jorge Olivera Castillo. Sindical Press.  

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Nunca fueron fiables las grandilocuentes cifras de graduados universitarios. No tanto ateniéndome al detalle cuantitativo sino a la integralidad académica de los alumnos que cada año concluyen sus estudios superiores.

Ahora suena la voz de alarma en los predios oficiales a causa de los  serios problemas ortográficos de los abogados, médicos, ingenieros en proceso de culminar sus carreras, y también en los que desde hace tiempo ponen en práctica lo aprendido en los 5 ó 6 años dedicados al estudio de las respectivas materias.

Miles de profesionales presentados por la propaganda como logros del proceso revolucionario, han sido y son simples instrumentos para crear la ilusión de una extraordinaria labor educacional. En el reverso de este aparente salto en pos de la excelencia se esconde un enorme expediente de fracasos emanados del voluntarismo y otras maniobras que buscan más que nada el impacto mediático y la legitimidad en términos de alcances sociales.

La ambigüedad de los planes en el sentido de equilibrar la inversión de recursos y los resultados; y los bajos parámetros a la hora de fiscalizar la implementación de las propuestas, son apenas la punta del iceberg.

El problema a través de un largo recorrido entre las sombras de la manipulación y la indiferencia, llega a un punto crítico que nada ni nadie puede ocultar.

Tuve la oportunidad de chocar con experiencias que corroboran el descalabro en esta esfera. Lo que sucede, dada la recurrencia de hechos realmente inconcebibles, merece el calificativo de pandemia.

He leído numerosos textos escritos por profesionales de diversas especialidades y no he podido adivinar el idioma utilizado, y haciendo piruetas interpretativas para conocer la naturaleza del argumento.

La masificación de la enseñanza ha llegado a banalizar y demeritar en vez de aportar valores y conocimientos duraderos y que hubiesen servido para potenciar un real desarrollo en todas esferas que intervienen en la estructuración de una sociedad moderna.

Ahora se pretende reparar con parches una estructura que requiere de demolición. Incluir un examen ortográfico como requisito para continuar o graduarse en alguna carrera universitaria, es una evidencia de que lo que se pretendió hacer quedó trunco, lejos de la gloria y la honorabilidad.

En Cuba no existe el analfabeto, pero en la actualidad tal condición no es sólo para quién no sepa leer ni escribir. Mucho más si se saca un balance de las millonarias inversiones y los pobres saldos obtenidos desde el masivo acceso a la educación iniciado en los primeros años de la década del 60 del siglo XX.

El cubano habla mal, escribe pésimo, y culturalmente está con escasas posibilidades de ser considerado un ciudadano ilustrado en el mejor sentido de la palabra.

En este ámbito, salvo excepciones, lo que impera es la mediocridad y la apatía, aunque se presuma lo contrario.

Son sólo un par de consecuencias de una causa fallida. Decenas de miles de universitarios no tendrán capacidad para ejercer sus profesiones dentro de los límites de una sociedad competitiva. Deberán recalificarse y comenzar a leer, con tesón los manuales de cuarto y quinto grado.

Desde la mesa de estudio esquivarán el contacto visual con el diploma de graduado universitario, colgado en la pared, convertido en un papelucho sin relevancia. Otros quizás lo desguacen de rabia por haber desperdiciado tanto tiempo a cambio de casi nada.

oliverajorge75@yahoo.com