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Patas arriba

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Hace unas semanas, a propósito de la inauguración del Museo Nacional de la Ruta del Esclavo, en Matanzas, el presidente del Consejo Ejecutivo de la UNESCO, Olabiyi Babalola Joseph Yai, declaró: "Nuestra tarea mayúscula consiste en romper el silencio en torno a la discriminación racial".

De ser realizada con auténtico rigor, esa tarea afectaría al actual régimen cubano más de lo que tal vez desea Joseph Yai. Incluso más de lo previsto por la UNESCO.

Hace unos días, delegados de 19 países de Latinoamérica y el Caribe celebraron, en La Habana, la Conferencia Conmemorativa del Aniversario 80 del Congreso Evangélico Hispanoamericano. Allí, con palabras que podrían escandalizar a cualquier ser civilizado y con dos dedos de frente, pero que no provocaron frío ni calor en toda la faz de la tierra, se elogió la “plena libertad” que garantiza la tiranía totalitaria para el ejercicio de la fe religiosa en nuestra isla. 

Algo extraño está ocurriendo entre las personas (digamos) de buena voluntad que nos ven desde lejos. La percepción que les propicia el régimen sobre nuestra realidad es evidentemente trampeada. Pero a ellas no parece inquietarles. La aceptan sin rubor. Y aun juzgan y actúan mediante esa percepción de triquiñuela.   

A estas horas, a raíz de los nefastos acontecimientos que se resumieron en el golpe de estado al presidente constitucional de Honduras, portavoces de la democracia han elevado sus proclamas desde los cuatro puntos cardinales intentando convencer a las fuerzas armadas hondureñas de que no deben desenterrar los viejos tiempos de las dictaduras militares latinoamericanas.

En diversas reuniones de análisis sobre el asunto, los estadistas de la región hablaron de lo absurdo e inadmisible que resulta volver a emplear métodos antidemocráticos y represivos de hace 50 años para ejercer el poder a la cañona.

Cuba estuvo representada en muchas de esas reuniones por los enviados de la tiranía totalitaria. Y a pesar de que el pasado que se condenaba es todavía aquí presente y cotidiano, ninguno de tales estadistas demostró darle importancia. 

Los lazos de concordia que hoy se estrechan entre nuestro régimen y una variada representatividad del sistema democrático internacional, muestran visos de melodrama, según el concepto con que definiera este género un célebre escritor del continente, o sea, comedia sin risa, algo ante lo que no te atreves a reír.  

Podría alegarse que el mundo está patas arriba, pero siempre lo estuvo, así que ello no supone la menor novedad. Lo que sí parece estar inusualmente dislocado es aquello que distingue a los humanos de los artrópodos: el sentido común.