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Cueva de murciélagos Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – Augusto Fernández, empresario cubano emigrado a los Estados Unidos luego de la confiscación de sus propiedades, muy lejos estuvo de pensar hace sesenta años, mientras colocaba la primera piedra del cine Guanabo, que su cinematógrafo se convertiría con el paso del tiempo en una cueva de murciélagos. Nelson y Amparo, jóvenes entonces, tampoco imaginaron que sus nietos no podrían disfrutar de una buena función en el cine Guanabo, que formaba parte de la cadena de cines de estreno de la capital, y era el único de la villa: 30 metros de ancho por 60 de largo, construcción colosal para la pequeña ciudad turística. Todavía se recuerda el estreno, hace cuarenta años, del filme de Julio Iglesias La vida sigue igual, por las interminables colas que se formaban para acceder a la sala. “Las clases de danza, que tan ocupadas mantenían a las niñas de Guanabo, se terminaron por temor a las mordidas de los mamíferos, transmisores de la rabia, y por el permanente reguero de mierda de los animales por el salón. Ahora tenemos que ir hasta La Habana, a más de 30 kilómetros, para que las muchachitas reciban sus clases de baile” –comentó a este reportero la señora Martha, profesora jubilada residente en Guanabo, cuya nieta es alumna de danza. Los 60 mil habitantes de Guanabo y sus alrededores, así como las decenas de miles de bañistas que en verano acuden a las playas del este capitalino, no creen que el cine, construido antes de 1959, haya sucumbido ante la invasión de los murciélagos y la desidia de las autoridades, que argumenta: “Los murciélagos no se pueden matar, sería un rimen ecológico. El problema, hace años, está en las oficinas de la Academia de Ciencias”. Un proyeccionista del cine perdió la vida al caer al vacío por las condiciones deplorables de la sala desde hace años. El equipo de aire acondicionado fue sustraído. Se desconoce qué empresa es su nuevo propietario. También las lunetas se van esfumando poco a poco.
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