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Comidas rápidas para estómagos exhaustos Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión LA HABANA, Cuba, julio (wwwcubanet.org) - La soledad del escritor es un mito en mi barrio del sur de La Habana. El grito de una vecina me reclama y abandono el artículo que escribo para enterarme de la venta de tamales que saca de una jaba. El tamal es uno de los platos preferidos de los cubanos, entre lo que me incluyo. Elaborados a base de maíz tierno, con sus pedacitos de carne de cerdo y buena sazón de puré de tomate y especies, satisfacen el paladar más exigente. La vecina los vende a cinco pesos y su estrategia es imbatible. Simplemente aparece y te dice que trae unos tamales y que se los pagues después. A las once y media de la mañana es difícil no rendirse ante el olor de la oferta y la llamada urgente del estómago por salir del ocio al que lo he tenido condenado. Sin embargo, rechacé ambas exigencias, aunque ahora mismo, a la 1 y 34 del mediodía, me pese. Migdalia hace tamales generalmente buenos. Pero ya la semana pasada compré cuatro. Unas veces vende tamales; otras, mermelada de guayaba, y con las ganancias redondea su pensión, compra diferentes alimentos que acomodan mejor con su diabetes, y llena las bocas de una hija recién operada y del nieto.
Todo resulta simple si se tiene en cuenta lo anterior. No obstante, hay que contar con la disminución de la venta del picadillo de pollo en estos momentos y la subida de precio de las especies. Además, esta pequeña actividad comercial no está autorizada. Para realizarla “como Dios manda” necesitaría de una autorización de elaboración de alimentos. Pagar un impuesto, recibir visitas de inspectores, etc. La vecina no parece dispuesta a complicarse tanto.
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