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El Yerbero (final)
Desde las ventanas de sus predios son visibles todas las miserias humanas reforzadas por las carencias materiales; allí concurren, más que las aflicciones del cuerpo, los achaques del espíritu y las cojeras del alma. Con igual procura acude la estudiante universitaria de último año de licenciatura en ciencias políticas, en este caso para que el gerente de la tienda, con quien tiene relaciones de alcoba, deje a la legítima esposa y madre de sus dos hijos. También aparece el doméstico buscando un palo de “yo puedo mas que tú” a fin de que el “muerto” le saque de la casa a un inquilino indeseable. Se trata de un hermano carnal que trajo del interior del país y le dio albergue, pero ahora quiere quitárselo de encima pues la familia ha crecido mucho y la casa no aguanta más. Son muchos los que vienen y por muy diferentes razones. A veces para solicitar un daño y otras para librarse de él. En ocasiones los malos espíritus se agolpan entre las cuatro paredes y hay que exorcizar la vivienda mediante un buen “despojo” con ramas de albahaca fresca y “cascarilla”(cáscara de huevo pulverizada) Para el que padece de los riñones el guizazo de caballo; un cocimiento de epazote para quitar el calambre de las piernas por la mala circulación; una infusión de romerillo para el dolor de garganta; una tizana de manzanilla con caña santa para trancar la diarrea y otra de hojas de limón tierno endulzado con miel de abeja para cortar la gripe. Jarabe de güira para botar el catarro “trancao” mediante el gargajeo. Fricciones de sebo de carnero para los dolores de reuma y sobado con manteca de corojo o de majá para quitar el empacho ya sea por la mucha comedera de fruta pintona o por cualquier otra hartera. Por todo ello y porque nuestro personaje atiende al humano en su integridad, ha de tener un buen surtido de yerbas y palos; cocos secos para romper lo malo y hacer hablar al santo; azabaches contra el mal de ojos, oraciones, collares y soperas de barro entre otras muchas cosas. |