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Las causas del encanto perdido
Miguel Saludes

MIAMI, Florida, septiembre, www.cubanet.org -En la entrevista que le concediera Fidel Castro a Carmen Lira Saade, periodista del diario mexicano la Jornada, se hizo amplia referencia a la represión sufrida por los homosexuales bajo el gobierno castrista. Al introducir la pregunta sobre el tema, la reportera manifestó que la persecución desatada en Cuba contra este sector de la sociedad dañó sobre manera la imagen de la Revolución cubana a escala internacional, y en consecuencia disminuyó su impacto. “Comandante, todo el encanto de la Revolución Cubana, el reconocimiento, la solidaridad de una buena parte de la intelectualidad universal, los grandes logros del pueblo frente al bloqueo, en fin, todo, todo se fue al caño por causa de la persecución a homosexuales en Cuba.”

Castro, maestro en el arte de la manipulación, lejos de negar el hecho, asumió el reto y además de reconocer que se trató de una injusticia, aceptó su responsabilidad al permitirla. Sin perder la compostura, el Comandante aprovechó para poner algunas libras de esa carga en los hombros del entrañable enemigo. La Crisis de Octubre, cuestiones políticas de la época, atentados contra su persona, la guerra y hasta el bloqueo…todo conspiró para que el Supremo no alcanzara a comprender el error -y horror- que se estaba cometiendo contra aquellos cubanos que no clasificaban en las filas heterosexuales revolucionarias.

Ocurre que las medidas homofóbicas llegaron a la altura de los setenta, y la sobrepasaron. Atrás habían quedado los días del otoño caliente del 63. Fue precisamente en la etapa promisoria del socialismo cubano, cuando cobra auge la lucha contra debilidades o desviaciones, no vinculadas precisamente a situaciones ideológicas o de principios revolucionarios. El fallo injusto que trajo la UMAP y dejó secuelas terribles en el Mariel, formaba parte del proyecto para eliminar las impurezas en el crisol donde se fundiría al hombre nuevo.

La persecución no se dirigió solo contra la evidencia. Bastaba la simple sospecha o cumplir con ciertas características del estereotipo establecido por las normas revolucionarias, para un comportamiento típicamente homosexual. El acto represivo tocó a centenares de personas, especialmente en el mundo de la cultura. Luis fue una de ellas. Sus vecinos extrañaban con suspicacia la vida de soltería que aquel llevaba, siendo un hombre de buen porte, sobrada elocuencia y amplia educación. Luis trabaja en un departamento del ministerio de Cultura. Su postura revolucionaria no podía ser puesta en duda. Fundador de los CDR, desde los inicios era coordinador municipal de la organización de masas. Además era destacado activista sindical en su trabajo. Una de las personas que ayudó a destruir su vida, reconocía que en el aspecto político era difícil atacar la integridad de esta persona, cuya honradez quedaba a igual altura. El único estigma estaba en el raro estilo de vida, que parecía corresponder al de un homosexual. Solo por ello le llamaba lacra.

Y Luis fue condenado al ostracismo. Sufrió toda su vida por ello. Enviado a una fábrica de tabaco, en funciones de lector, sintió su orgullo herido y rechazó aquel trabajo, que consideró inadecuado para su capacidad. Le mandaban los cheques a su casa, pero jamás cobró uno. Se supo que la guardiana secreta que tenía en el edificio estaba pendiente por si caía en la trampa de la malversación. Él prefirió acogerse a un módico retiro y con este llegó a una triste vejez. Luis murió pobre y solo, acompañado de un exiguo número de amigos, y la buena acción de la Iglesia Católica a través de su proyecto CARITAS. Sin embargo nunca le escuché renegar de la Revolución.

Injusticias como esta abundaron hasta hace unos días. Pero ni con eso puede decirse que han sido las únicas capaces de empañar la imagen del proceso que pretendía ser modelo para el mundo, como parece indicar el enfoque dado por la periodista mexicana en la pregunta hecha a Castro. Si algo se fue por el caño, fueron cientos de miles de vida por las que pocos alzaron su voz. Ellas ya no tendrán una nueva oportunidad. Una pérdida irremisible que no parece merecer el llanto de los nostálgicos.   

Pasada la etapa fuerte del radicalismo revolucionario de corte fidelista, el sistema terminó por aceptar de manera disimulada, sin mucho alboroto, a los homosexuales. Estos, los que superaron la crisis y los de la nueva generación, encontraron mayores espacios y no sufrieron el rechazo del sistema político. Al menos pudieron trabajar. Que en la sociedad algunos grupos se quedaran paralizados en el tiempo, tampoco debe señalarse como responsabilidad de una persona, aunque esta se nombre Fidel Castro. De lo que sí es culpable el Jefe máximo de la Revolución cubana es del acoso contra la libertad de expresión y los derechos políticos, fobia omitida en la reciente entrevista y que aún no ha sido superada en la Isla.

Carmen Lira se quedó corta en el detalle. El encanto cubano no se acabó solamente por la persecución homofóbica ni fue la Revolución lo único que se fue por la tubería del desagüe.