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Descender la pirámide Miguel Iturria Savón LA HABANA, Cuba, octubre (ww.cubanet.org) - Por todas partes llegan noticias de despidos en Cuba, algunas con nombres sonoros y apellidos ilustres de funcionarios que tocaron fin en la pirámide del poder, donde a veces se renuevan las lealtades y nuevas figuras juran fidelidad y vasallaje ante la gerontocracia encaramada en la cima del triángulo. Días atrás, una nota informativa del Granma, leída en las emisiones del Noticiero Nacional de la Televisión, despotricaba contra Yadira García, sustituida como Ministra de la Industria Básica, entidad encargada de sectores productivos como el níquel, el petróleo, el cemento y la electricidad. La ilustre dama fue nombrada hace un lustro, a raíz del explote de su antecesor, un tal Marcos Portal, matrimoniado con una sobrina del Comandante en Jefe, pero con fama de tecnócrata pragmático y moderno. Nadie comentó el suceso. ¿A quién le importan las peripecias de la montaña rusa? Sabemos que en la abultada nómina de la burocracia cubana los funcionarios compiten entre sí por los favores del déspota; quien más se humilla más recibe y perdura en el cargo, o asciende a un puesto superior; lo cual es notorio si partimos de la inmovilidad en las alturas del reino. Entre los funcionarios de alta figuración y servilismo no faltan mujeres; algunas ya pasaron a mejor vida; otras siguen en el pugilato administrativo. Entre las señoras más célebres aparecen varias huéspedes del Infierno y del paraíso verde olivo, como Celia Sánchez, amante y secretaria del Comandante en Jefe; Vilma Espín, ex esposa del General Castro; Melba Hernández y la suicida Haydee Santamaría, cónyuges de los insignes Jesús Montané y Armando Hart. Así, entre “la historia de luchas” y los calzoncillos del marido –o amante-, estas mujeres transitaron de la cima a la muerte y de la toma de decisiones a puestos en la cronología del despotismo. A Celia le tejieron la leyenda de benefactora de los pobres y guardiana de los papeles del Máximo Líder. A ella se debe el habito de pedir y “denunciar lo mal hecho”. Todavía hay ingenuos que escriben al Consejo de Estado, como si Santa Celia, fallecida en enero de 1980, pudiera atender sus reclamos. |