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Contra la muerte para siempre

Miguel Saludes

VARSOVIA, Polonia, diciembre, www.cubanet.org -“La abolición de la pena de muerte en Cuba, ahora, mañana y siempre puede ser nuestro primer compromiso como nación. Un compromiso que asumido por los cubanos de la Isla y el Exilio exija al gobierno cubano su inmediata abolición y estimule la transición hacia una democracia auténtica.”

El párrafo anterior, uno de los primeros que encabezan la Plataforma por la abolición de la pena de muerte en Cuba, encierra la esencia de la propuesta que el Partido Demócrata Cristiano de Cuba ha lanzado desde el exilio y que ha sido dada a conocer en la significativa fecha del 10 de diciembre. El título que da nombre a esta idea termina con tres palabras: ahora, mañana y siempre puede parecer un añadido innecesario que hace más prolongado el título del mensaje. Pero su inclusión está más que justificada.

Hace unos días el Tribunal Supremo de la República de Cuba conmutó las penas de muerte que pendían sobre dos extranjeros  acusados de actos de terrorismo. Ernesto Cruz León y Otto Rodríguez Llerena, ambos de origen salvadoreño, fueron encontrados culpables de varios atentados, uno de los cuales costó la vida a un empresario italiano. Tras casi doce años viviendo en el limbo de la espera mortal, se produjo este acto condonatorio donde la pena máxima se sustituyó por la de treinta años. El acto de generosidad de la justicia revolucionaria se debió, según comunicado especial, al arrepentimiento expreso de los reos y a su colaboración durante los procesos sumarios.

Desgraciadamente no ha sido el mismo caso para otros condenados por causas menos graves, que sin embargo recibieron la sentencia máxima y su ejecución casi de inmediato. Sin entrar a analizar cada situación, donde la mayoría de ellos eran cubanos enfrentados a procesos de dudosa imparcialidad y sin la debida transparencia, con defensas que en muchos casos hacían un triste papel en favor de sus defendidos, si hay algo que debe cambiar en este contexto es precisamente la existencia de la pena de muerte.

El ahora de ese imperativo remarcado con énfasis resulta importante porque quien tiene en sus manos el poder de decisión sobre la vida de sus ciudadanos puede utilizar el mecanismo como un arma aniquiladora contra sus opositores, teniendo la potestad de conceder el perdón como una gracia divina. El mañana es de suma importancia porque un cambio hacia la democracia en Cuba conllevaría por obligación a una capacidad de indulgencia y reconciliación donde no puede quedar espacio para la venganza. El siempre garantiza que no vuelva a ocurrir nuevamente que por el capricho de un gobernante o por el ánimo de las turbas manipuladas en sus sentimientos, se quite la vida a personas que ni siquiera han podido defenderse o cuya culpabilidad forma parte del juego político de un sistema.

Como bien dice el llamamiento sobre la abolición de la pena de muerte, ni el crimen puede pagar con una vida la de otra, u otras muchas, ni siempre se puede garantizar que la justicia disponga de la posibilidad de demostrar todas las evidencias del culpable. Inocentes han sido hallados varios condenados cuando ya no había tiempo para redimirlos, en países donde impera la democracia y el sistema de leyes independientes del estado. Qué puede decirse de los régimenes donde el poder totalitario tiene la palabra sobre la justicia y el perdón.

Es por eso que en el mundo libre la pena de muerte tiende a desaparecer de las legislaciones o a estar supeditada a moratorias que imposibilitan, de hecho, la aplicación de la misma. Además de la defensa de la vida humana, existen diversas razones que han motivado estos importantes avances.

“La sociedad cubana ha sido, durante décadas, compulsada a despreciar la vida y a rendir culto a la muerte, Patria o Muerte, Socialismo o Muerte, han sido las consignas por excelencia. Nada hemos ganado en ese camino, dejemos que sea la vida y no la muerte la piedra angular de nuestro futuro.” Así concluye este llamamiento que se hace desde la orilla desde donde se ha pretendido demostrar vienen todos los males que pesan sobre la nación cubana, el odio entre otros muchos. Y precisamente ha sido en la Isla donde ha imperado el terror de la muerte enarbolado como guillotina en frases discursivas y lemas. Lo peor es que la final estas han sido el preludio que ha echado a funcionar la maquinaria mortífera a  través del tristemente célebre paredón de fusilamiento, por el que han pasado culpables e inocentes, contras y revolucionarios.

Transformar a Cuba con un sistema legal independiente y en pleno uso de la democracia tiene que pasar necesariamente por eliminar la palabra Muerte y sustituirla por Justicia y Vida.