www.cubanet.org
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente y su autor.
 

De extremas y silencios

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Mientras Hugo Chávez notifica ante el Parlamento de Venezuela su propósito de instaurar unas fuerzas armadas de extrema izquierda, que asuman las decisiones de su gobierno e impidan el triunfo de la derecha en las elecciones de 2012, sus mentores de Cuba promueven algunas medidas liberales para sobrevivir sin las cargas que se echaron encima al asumir el poder absoluto décadas atrás.

Ni Chávez aprende de los errores de sus patriarcas ideológicos, ni los Castro aflojan la mano en cuestiones esenciales. El aprendiz de brujo sudamericano no es sutil, se lanza al ruedo con la espada de Bolívar como máscara y los preceptos del socialismo para expropiar y excluir a sus contrincantes, y después adoctrinar a las masas mediante la enseñanza y los medios de comunicación.

Los cubanos conocemos el resto de la película, pero no sabemos cómo sacudirnos la pesadilla, cuyo último capítulo tiene como guión la discusión de los Lineamientos sociales y económicos del VI Congreso del Partido Comunista, a celebrarse en abril del 2011; nada nuevo por cierto, pues las zigzagueantes discusiones preceden a dichos congresos desde el ya lejano año 1975.

Los congresos sirven para conservar el poder; las discusiones populares para legitimar al Partido y sus elegidos. La novedad del próximo cónclave radica en que los capitanes necesitan sacudir el lastre que desequilibra la nave y arriesga su llegada al puerto del socialismo, tan lejano como las nieblas del futuro.

Mientras Chávez busca la autopista del socialismo por los atajos de la extrema izquierda, su homólogo del Caribe abre algunas válvulas para obtener créditos, disminuir la presión internacional, evitar el crecimiento de la oposición y resolver problemillas internos, como la inercia, las “gratuidades indebidas”, la empleomanía ficticia, la ineficacia productiva, la indisciplina laboral y social, el robo generalizado y el “síndrome del pichón”, lo cual apunta a la descentralización y la autonomía empresarial e individual, frenadas por el absolutismo y las normativas burocráticas.

Acostumbrados a “discutir” dentro de los límites del modelo socialista, los cubanos que hablan sobre los lineamientos en sus centros de trabajo, saben que es más de lo mismo, pues una vez aprobado el documento estarán justificando las cartas de los despidos masivos y el cese de los subsidios. El documento omite el papel que le corresponde a la propiedad privada, cuya reforma es imprescindible; no señala la concesión de los derechos y libertades individuales abolidas en la década del sesenta, desde la libre expresión, reunión y asociación, hasta el derecho a poseer propiedades y sindicatos independientes.

El intento de preservar un modelo agotado es una burla a la nación. Medio siglo de socialismo demuestra que la planificación y la propiedad estatal no resuelven los problemas. No se trata de actualizar el descalabro, son necesarios nuevos actores y el reciclaje en el poder para rematar el rostro de la intimidación. Si Chávez repite la puesta en escena es su problema, lo nuestro es salir del teatro.