Carta abierta a Su Santidad Juan
Pablo II
Querido Padre:
Hemos recibido el mensaje que envió a nuestro pueblo camino a Méjico. Así
mientras se cumple un año de su viaje a Cuba, también inolvidable para nosotros,
nuevamente su palabra reaviva la esperanza. Pedimos a Dios que despierte en los cubanos la voluntad
de tomar el camino que nos va acercando a Dios. Este es, finalmente, el camino de la liberación
verdadera. Hace un año que la duda dio paso a la confirmación: El Papa estaba entre
nosotros. Llegaba por fin a nuestra patria. Algunos le llamaron a esas jornadas "cinco días
de libertad". Se habla de que fue un viaje histórico. Así yo lo creo porque dio
lugar a que muchos comenzaran a cambiar el corazón. Pero prefiero que la historia se cuente
después, pues la historia no se puede contar antes que los hechos.
Respecto a las expectativas que se abrieron con aquella visita, ahora, un año después,
muchos se sienten frustrados. No por Su Santidad, sino porque esperaban cambios en ciertos órdenes
que no vinieron. Por eso se habla de que el gobierno no realizó apertura interna. Otros
esperan de nuestra Iglesia un mayor compromiso en la defensa de los derechos fundamentales de las
personas y un caminar con su pueblo en su pobreza y en sus luchas. Yo creo que esto es una exigencia
del Evangelio para todos nosotros. La frase sabia de Su Santidad: "Que Cuba se abra al mundo
con todas sus inmensas posibilidades y que el mundo se abra a Cuba" no ha sido escuchada en
general en su verdadero sentido, aunque se expresa con toda claridad. Muchos con buena fe pueden
estar confundidos. Pero también son muchas las vanidades, manipulaciones, demagogias y al
final nuestro pueblo se va sumergiendo en las diferencias entre los ricos del poder y los pobres,
sin que se anuncie ningún camino de cambio. Mientras le minan su futuro, contemplan
desgraciadamente, sin despertar, una avalancha de vivitas de políticos extranjeros, de
turistas, de negociantes y una floreciente clase privilegiada. Creo que a la luz del Evangelio los
cubanos tenemos que descubrir que el anuncio del cambio lo tiene que hacer el propio pueblo cubano
reclamando sus derechos y caminando en la solidaridad. Aquella frase en que Su Santidad nos recuerda
que el pueblo es y debe ser protagonista de su propia historia es una enseñanza y un desafío
para todos los cubanos que debemos ejercer nuestro rol y asumir nuestra responsabilidad.
Usted vino llamando al encuentro del pueblo y de cada persona con Jesucristo. Eso nadie lo puede
regular ni reducirlo a categoría política. Pero en la experiencia cubana hemos
constatado que un poder político totalitario sí puede condicionar, alterar y deformar
la vida del ser humano. Sólo si hay una fe firme se puede resistir y desde la fe recuperar la
conciencia de la dignidad que tenemos como hijos de Dios y que tiene también nuestro prójimo.
Así, el problema político cubano es también religioso. No sólo por la
campaña de descristianización que llevó a cabo el poder, sino porque este
pretendió abarcar la persona en su totalidad y dominar todas las dimensiones de la vida política,
económica, social y cultural. El poder trató de suprimir a Dios y convertirse en un ídolo
que somete. Por eso, la falta de fe es la verdadera droga de un pueblo. Pero si por esta negación
de los dones de Dios perdimos libertad, derecho y esperanza, por el reencuentro con nuestro Padre
Celestial, también encontramos el camino de la liberación. Que en Cuba pasa por la
reconciliación, reconciliación que ya hemos emprendido. Liberación que se
realiza con la solidaridad entre todos los cubanos. Así, al transformarnos nosotros,
transformaremos este orden en otro más justo y libre.
Finalmente, quiero hablarle de algo que Su Santidad no ha olvidado. Al bendecir al pueblo de los
Estados Unidos de América, bendiga también a los miles de cubanos que viven allí
refugiados. Muchos hubieran querido estar aquí en enero de 1998 con el Papa y con nosotros.
Pero el gobierno cubano no les permitió venir a su propia patria. Ellos, junto con nuestro
pueblo, del que son parte inseparable, sienten la esperanza de una Cuba nueva donde todos vivamos en
la fraternidad de los hijos de Dios. A nuestra Madre, la Virgen de la Caridad, le rogamos por usted
y a sus pies ponemos nuestros anhelos.
Gracias, querido Padre y Pastor.
Oswaldo Payá Sardiñas
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