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II Encuentro Nacional de Campesinos y Cooperativistas Independientes



Noviembre 3, 1999


Ponencia para el II Encuentro Campesino

La mujer cubana en el campo


Título: La mujer cubana en el campo

Autora: Leonor Castillo Mesa, 73 años, campesina y ama de casa de la finca "Botijal", municipio Amancio Rodríguez en la provincia Las Tunas

Introducción

La mujer ha sido marginada a lo largo de la historia, y esta discriminación la ha considerado una persona con menor capacidad para enfrentar los desafíos de los acontecimientos políticos, económicos y sociales a lo largo de la Historia.

La lucha de la mujer por alcanzar su emancipación parte de la conciencia de que es vista como un ser inferior; de ahí se inspira su lucha por derribar toda diferencia.

El tema de la liberación de la mujer ha surgido de forma aislada y protagonizada por determinadas mujeres a lo largo de la Historia. Estas han marcado la pauta que siguen millones de féminas en el mundo.

Si antes el objetivo era lograr el derecho al voto, sólo reservado a los hombres, o el derecho al estudio y al trabajo destinados al sexo fuerte, hoy las mujeres valoran que el reconocimiento jurídico sobre éstas y otras discriminaciones no determinan una igualdad social reconocida entre hombres y mujeres.

La mujer cubana no ha estado exenta de esta realidad. La lucha por la independencia tuvo en ella un fuerte pilar. En la historia patria aparecen figuras legendarias femeninas: Rosa la Bayamesa, María Cabrales, Mariana Grajales, y quien despunta por su pensamiento avanzado en defensa de la emancipación de la mujer; la camagüeyana Ana Betancourt.

En el sigo XX, en su primera mitad, el papel de la mujer cubana se reduce en la esfera de los acontecimientos políticos. La creación literaria y artística dio espacio a un nuevo proyecto de reafirmación individual en el área social, económica y política. Este largo período fue de silencio.

En 1959, con el triunfo de la revolución, se creyó en un primer momento que los cambios que promulgaría el nuevo Estado darían a la mujer un lugar que la dignificaría.

No se puede negar que el periodo revolucionario propició que la mujer obtuviera el mismo nivel de posibilidades de estudio y trabajo que los hombres. Se organizaron para apoyar al nuevo sistema, en la medida que se iba perdiendo la verdadera identidad y libertad.

La mujer cubana, como parte del pueblo, fue atada ante el desafío de un ordenamiento político fracasado y totalitario, que desde una posición ideológica arbitraria cercenaba todo indicio de emancipación.

Antes de 1959 sólo el 17 por ciento de las mujeres cubanas trabajaban, y de ellas el 70 por ciento lo hacían como domésticas, profesión prácticamente desaparecida en Cuba hasta la década del 90.

En esta llamada polarización en moneda nacional y dólar surge la necesidad de mujeres que cocinen, laven, planchen y limpien para una jinetera o para la esposa de un gerente.

La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) se creó en 1960, y es la principal organización femenina que pretendía en sus inicios concientizar a través de la producción laboral. Fue esta organización la vía que utilizaron miles de mujeres para encontrar un puesto de trabajo, recibir cursos de corte y costura, mecanografía y adiestramiento de todo tipo.

Hoy esta FMC, como consecuencia de los cambios en la mentalidad femenina, y del deterioro económico del país, no encuentra la vía más educativa para desviar a miles de jóvenes y prostitutas a un centro de trabajo que garantice las necesidades de la misma al igual que el plan de reeducación a las mujeres que practicaban la prostitución antes de 1959.

La dedicación de los hombres en una gran mayoría a las tareas de la defensa, la obligación del servicio militar y las epopeyas internacionalistas en otros tiempos abrieron una brecha que fue utilizada por las mujeres para estudiar carreras como ingeniería, medicina y enseñanza.

Sin embargo, este espacio no pudo abarcar a las esferas económicas y políticas en un por ciento satisfactorio en comparación con el número de mujeres trabajando.

Los puestos de dirección en las altas esferas son ocupados por hombres. Por sólo citar un ejemplo, en 14 provincias sólo una tiene como primer secretario del Partido Comunista a una mujer, y sólo una ocupa un cargo de Ministro.

La mujer en el campo

Esta breve panorámica de la situación de la mujer cubana no exime a las campesinas. Ellas también han disfrutado en alguna medida de los derechos que han sido asimilados, y aplaudidos por la sociedad, tales como el trabajo, el estudio y la educación de sus hijos.

En el campo cubano, las mujeres se han relegado en su gran mayoría a cumplir con su papel de madre, esposa y ama de casa.

Como en las ciudades se notaba la diferencia entre amas de casa y mujeres trabajadoras por algunas facilidades de estas últimas, tales como el derecho a Círculos Infantiles y semi-internado para sus hijos, y prioridad para comprar en las tiendas cuando no existía la despenalización del dólar, de la misma forma la mujer del campo y la de la ciudad hoy no tienen las mismas posibilidades aunque sufran similares dificultades.

A las campesinas cubanas se les hace difícil, casi imposible, alimentar a su familia muchas de ellas numerosas pues la distribución de alimentos ya de por sí deficitaria en la ciudad no contempla algunos renglones que el gobierno supone que todo campesino posea.

Los médicos de la familia que conviven con campesinos en sus asentamientos están aislados y sin recursos para emergencias.

Las madres campesinas sufren por sus hijos al no poder calzarlos, vestirlos y comprarles alimentos y golosinas

Los esposos campesinos reciben a vendedores de ropa de uso con viandas o granos, y en algunos casos con un animal que han criado con sacrificio para cambiarlo y así poder vestir a algún miembro de la familia.

La escasez de combustible es generalizada, por lo cual las mujeres campesinas cocinan con leña, y cuando reciben el kerosene lo utilizan para alumbrar en tiempo de apagón y en los lugares donde aún no hay fluido eléctrico.

Las mujeres que trabajan como obreras agrícolas reciben un mísero salario por el trabajo realizado, y en los comedores para obreros reciben a la vez el mismo menú que los hombres: pobre en proteínas y en grasas.

Las condiciones de trabajo ni mucho menos aceptable, las empresas no le garantizan fertilizantes, implementos de trabajo, ni ropa ni zapatos.

En el campo la dolarización no ha dejado de influir. Muchachas y niñas al salir de sus hogares para estudiar chocan con el fenómeno, y algunas, por la necesidad de vestir y calzar y ayudar a su familia, y por el desarraigo de la moral, han tomado el camino de la prostitución.

La proliferación del delito, en especial el robo, afecta a la familia campesina, lo que conlleva a que en hogares se duerma con animales ante el temor de perderlos. Muchas de estas viviendas están en pésimas condiciones.

Las mujeres en el campo sufren de una miseria tal que sólo basta visitar el monte para percatarse de la desilusión y de la desesperanza en que se vive.

La mujer, de por sí coqueta, no posee artículos de aseo personal ni para ella ni para su familia. La ausencia de jabón, detergente, champú, y otros artículos de perfumería que no están a su alcance provoca que se vean desaseadas, a pesar del esfuerzo que muchas realizan para conseguir un dólar al mes, el que sólo les garantiza un jabón de lavar y uno de baño, que destinan para los días especiales en los cuales tengan necesidad de salir o recibir alguna visita.

La FMC no representa a los verdaderos intereses de las mujeres del campo. Solo se dedica al cobro de las finanzas y a exigirle participación en el proceso político ideológico que hoy más que nunca se promueve en este país.

La mujer cubana, y la del campo en especial, es víctima del más terrible abandono que recuerda la historia de Cuba.

Para resolver la situación de las campesinas cubanas hace falta sobre todo que cambie el sistema político por un modelo de democracia y pluralidad que permita que todas las cubanas participen en la vida política, económica, y social.

La consumación de estos sueños puede devenir en un proyecto de hombres libres, donde la mujer sea parte esencial de la sociedad. La mujer no puede ser libre hasta que no cambie esta sociedad autoritaria, inhumana, que despersonaliza y enajena.

Conclusiones

La mujer campesina no tiene posibilidad real de alcanzar un mejor espacio de vida porque el gobierno actual no permite su verdadera liberación, al mantenerla esclavizada de un proyecto que nació torcido, y sin apariencia humana.

Son víctima de la brutalidad política y del egoísmo del Estado. No constituyen ningún centro de interés por sus problemas. Cada vez se agudizan más sus angustias. Nuestra familia se ha perdido en la espera de una vida mejor y de mayor dignidad.



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