Bibliotecas independientes:
servicio público que se consolida en Cuba
Lázaro Raúl González, CPI
PINAR DEL RIO, marzo - Independiente es una palabra que suena mal en los oídos
del oficialismo criollo. Así, tanto la actividad del investigador científico
como la del humilde apicultor están estrictamente controladas por el
gobierno cubano. Querámoslo o no, todos en la Isla somos hijastros de un
hermético poder central que no tolera la práctica del libre albedrío,
y bajo el cual son potencialmente utópicas las carreras de independencia.
De esta homogeneizada costumbre gubernamental no escapan las bibliotecas,
que son todas de propiedad estatal.
Pero de hace un corto tiempo a la fecha la unicidad de esas fuentes de
conocimiento se ha ido resquebrajando con la aparición en el país
de las bibliotecas independientes, ajenas a la ortodoxia ideológica y al
control oficialista. El apellido independiente, por supuesto, cuesta, ya que no
se les permite promocionar su trabajo, como si fuera nocivo a la mente humana
tener acceso a información variada.
El tratamiento que el gobierno le da al asunto de las bibliotecas
independientes incluye presiones de la policía política que, por
citar un ejemplo, puede abortar impunemente la presentación de un
best-seller extranjero o cubano no oficialista y hasta arrestar a los invitados
a ese evento cultural.
Otro abuso frecuentemente cometido contra las bibliotecas independientes son
los decomisos que la Aduana de Cuba lleva a cabo. Esta entidad confisca envíos
de libros procedentes del extranjero, importante forma en que estas
instalaciones nutren sus fondos.
Se considera que un 50 por ciento de las existencias en las bibliotecas
independientes provienen de donaciones del exterior y este porcentaje contiene
la información más actualizada.
Sin embargo, a pesar del propósito gubernamental de estrangular en la
cuna a este proyecto cultural, las bibliotecas independientes funcionan y
progresan. Son una alternativa para la obtención de información y
literatura no disponible en las bibliotecas estatales.
El proyecto de bibliotecas independientes, que ya cubre todas las provincias
cubanas, nació en marzo de 1998 como respuesta a la ideologizada
indigencia en que cayeron las editoriales del régimen tras la crisis del
90. Tres años después de su creación ya funcionan casi 80
bibliotecas sin auspicio gubernamental.
Gracias al aporte de muchos vecinos, a valiosísimos envíos
recibidos del extranjero y gracias también a mi propia y humilde colección,
tengo el placer de que en mi casa funcione una de estas bibliotecas cuyo nombre
es "Viñales".
Mis modestas existencias, sobrevivientes a registros policiacos y a
decomisos de la Aduana, no sobrepasan los 300 títulos, de los cuales
aproximadamente el 70 por ciento están actualmente en préstamo.
A mi casa acude todo tipo de personas en busca de "algo para leer".
Desde profesores universitarios hasta el ponchero de la zona, pasando por
estudiantes de Derecho, amas de casas o el que lee con mucha dificultad. Todos
buscan lo mismo: saciar su apetito de conocimientos.
Entre las predilecciones del público que acude a la Viñales
están los clásicos de la literatura universal aunque, obviamente,
la gente de por acá anhela conocer obras publicadas en los últimos
40 años. Tal es el caso de Lezama Lima, Mañach, Cabrera Infante,
Heberto Padilla y Gastón Baquero, por citar algunos.
Vargas Llosa, Jorge Edwards, Octavio Paz y Jorge L. Borges son
latinoamericanos desconocidos para los lectores cubanos, o mejor dicho no leídos.
También son apetecidos los best-sellers contemporáneos y los
ejemplares de la prensa internacional.
En este escrito quiero recordar que a toda persona que pueda hacer su aporte
con libros o revistas se lo agradeceremos y será útil en nuestras
bibliotecas.
Con la colaboración de los donantes se consolida nuestra gestión
y se reafirma nuestra independencia y pluralidad de ofertas al público.
De nuevo doy la dirección de la Viñales: Calle 21, Edificio
22, apartamento 9, Herradura, Pinar del Río, Cuba 24500.
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