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Gabo, su íntimo amigo y la  guerra

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Si algo me gustaría es escribir como Gabriel García Márquez, ser la autora de Cien años de soledad, El general en su laberinto, El coronel no tiene quien le escriba o El otoño del patriarca -mis favoritos, entre sus libros de ficción. Pero más aun me hubiera gustado haber hecho una obra periodística como la suya, que he leído con fruición más de una vez y de la cual me considero una alumna, aunque sé que no estoy a su altura. Pero no pienso igual sobre su persona que sobre su obra.

En otras ocasiones he dicho por qué no me agrada García Márquez, el hombre. El hecho de que haya sido íntimo del dictador cubano, me resulta sospechoso. Algunos piensan que su amistad con el dictador no era sincera, que buscaba vivencias personales en el mismo centro del poder, que le deslumbraba tanto mando, tanto poder, que su íntimo fuera el dueño de todo un país. ¡Quién sabe!
De todas formas, su compadreo con Fidel Castro me enojó muchas veces. No importa si sus gestiones lograron o no que el dictador liberara algunos presos.

El pasado 14 de septiembre el periódico Granma publicó de nuevo el discurso pronunciado por García Márquez el 6 de agosto de 1986 en la Conferencia de Ixtapa, México, conocido como El cataclismo de Damocles, en el aniversario 41 de la tragedia de Hiroshima.  Lindo discurso, emotivo, profundo.

Me llama la atención el momento que escogió el escritor para pronunciarlo: en 1986 en la URSS ya se avizoraba el desmoronamiento del comunismo. Un año antes Gorbachov no sólo había comenzado a hablar de paz, sino que también la procuraba en la práctica.  ¿Qué haría entonces el íntimo de Gabo en su pequeña isla militarizada hasta el tope, en una Habana en una especie de queso suizo, llena de túneles repletos de armamentos? A partir de 1985 comenzó a hablarse de paz en Cuba, donde desde 1959 sólo se había hablado de guerra. 

En 1970 traté de conseguir una plaza de guionista en el Instituto Cubano de Radio y Televisión, pero no fui aceptada porque al responder el cuestionario dije que no estaba de acuerdo con el “internacionalismo proletario”, si eso significaba que los cubanos tuvieran que ir a la guerra. Cuba estuvo sumida durante casi treinta años en tantos conflictos bélicos, muchos de ellos ocultos, que mencionarlos abrumaría al lector.

¿Qué pensará García Márquez  de lo que hizo su amigo en 1962, cuando pidió a Jruschov que iniciara la guerra nuclear contra Estados Unidos? ¿Ha pensado Gabo qué hubiera sido del mundo en aquel momento, si su amigo hubiera logrado su objetivo? ¿Por qué nunca ha escrito sobre la Crisis de Octubre y la intención de Castro de desatar un cataclismo mundial peor que el de Hiroshima?  

No puede negar el pacifista Gabo cuanto le gusta la guerra a su gran amigo. Siempre  le gustó; hasta escogió Alejandro, en referencia al Magno, como nombre de guerra.




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