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A elegir oficios que la lista es larga

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Un amigo recordó recientemente la dinámica de funcionamiento de aquellos radios soviéticos con los que tuvo que cargar durante su servicio militar. También trajo a colación el PT-25, un teléfono de magneto que, aunque data de la II Guerra Mundial, aún es utilizado por las tropas cubanas regulares. La alusión a los vetustos armatostes electrónicos soviéticos surgió luego de leer la lista de oficios que el régimen podría despenalizar en breve, para ser ejercidos por particulares.

Era tan complicado hacer andar aquellos radios, que se precisaba de toda una  escuadra, o sea, un operador para el aparato, un ingeniero electrónico, un clavista, un cargador y el resto del personal se rotaba para transportar el cachivache y sus baterías de repuesto, que pesaban más que un lingote de plomo. “¡Quién sabe –dice el amigo- si tengo chance de reactivar esos vejestorios con las nuevas disposiciones!”.

José Fernández, empleado de mantenimiento en una institución religiosa no sabe lo que va a elegir.  “No sé qué licencia solicitar, de las ciento y pico de la lista, porque soy un hombre orquesta y tengo que sacar chispas para cumplir con mi trabajo. En la mañana hago de carpintero; en la tarde, de albañil y plomero; al día siguiente tal vez deba darle mantenimiento eléctrico a los ventiladores, y luego pintar a brocha una pared; y si se ausenta un trabajador, también tengo que asumir la limpieza. Pero algo haré porque tengo que buscar algo para echar en la cazuela”.     

El perfil de los oficios autorizados resulta extremadamente estrecho en algunos casos, y en otros, simplemente absurdo. Vendedores de peces que no pueden comercializar peceras; chapistas que únicamente podrán emplear remaches en su trabajo; “disqueros” imposibilitados de vender discos compactos y cintas grabadas, y aquellos (entre otros) dedicados a confeccionar objetos para prácticas religiosas afrocubanas, no podrán comercializarlos si están fabricados con metales ferrosos o madera, escasa en estos tiempos.

Si se cumplen los decretos al pie de la letra, muy pronto hará falta un batallón para reponer una ventana o levantar una división en un cuarto. Por suerte, se puede aplicar la norma colonial sobre la ley: “Se acata, pero no se cumple”.

Otros oficios autorizados están prácticamente en desuso. ¿Qué decir de los forradores de botones?. Actualmente supongo que sólo forran sus botones los payasos del circo nacional, los encargados del vestuario de los teatros, y algunos residentes en el interior del país, para los que un colorido cojín de sofá es el último grito de la moda.  
           
Aunque el Estado ha prometido convertirse en el mayor suministrador de insumos en la “nueva era” que se avecina, tiene un largo historial de no ser consecuente con lo pactado; experiencias anteriores, como la de los paladares, así lo demuestran.




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