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La opción participativa

Francisco Chaviano González

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) -  El periodista Alejandro Armengol,  publicó en El Nuevo Herald, el pasado 30 de agosto un artículo que tituló Reclamo Injusto, que contiene una severa crítica a los grupos de la oposición, tanto del exilio como dentro de la isla.

Armengol hace algunos señalamientos sobre los errores cometidos y la ausencia de políticas de acción, como el tomar las calles con protestas callejeras, que no logran implementarse, porque en Cuba no existen las condiciones para ello. Esas acciones, sin dudas válidas, tendrán que esperar por el deshielo de las masas, que aunque menos petrificadas por el terror que ayer, aun sienten miedo.

Plantea Armengol con acierto: “Es en el terreno social y económico donde se define la batalla por la calle. Además de enfrentar una fuerte represión, toda organización disidente que intente hacer llegar su mensaje a la mayoría de la población tiene que otorgarle preferencia a los temas sociales”. Luego señala que aunque los grupos más importantes en Cuba mantienen una plataforma social y económica, la cuestión política predomina. A esto se añade la censura que impide la divulgación de las ideas opositoras, lo cual hace que la gente acepte la propaganda gubernamental que sitúa a los opositores como un factor externo, vinculado a los Estados Unidos.

Y concluye: “En el mejor de los casos, se tiende a asociar con la defensa de los derechos humanos (en un sentido universal) y no de los derechos e inquietudes de los ciudadanos (trabajo, vivienda, salud pública, etc.).

Lo descrito por este periodista sobre la oposición cubana es una verdad que debemos asumir todos los que estamos inmersos en la lucha por democratizar nuestro país, tanto los del exilio como los que nos encontramos dentro de Cuba. Si en 20 años esos métodos no han tenido éxito, por qué empeñarnos en el fracaso. Es hora de rediseñar estrategias, de cambiar nosotros primero para poder participar en el cambio de la Patria.

La sociedad civil cubana es como una locomotora que avanza, sin percatarse de que ha dejado atrás los vagones del pueblo. Somos líderes sin pueblo, acompañados por lo general por personas cuyo objetivo es emigrar. No es menos cierto que parte de la población nos admira y aplaude, pero no se atreve a acompañarnos.

Es menester que la locomotora regrese por los vagones que ha dejado atrás. Los puntos de contacto con el pueblo pueden ser varios, pero a primera vista existen dos: los centros laborales y las asambleas del Poder Popular. Los primeros, para reclamar los derechos laborales. Las segundas, para reclamar lo que al pueblo le apremia y preocupa, pero no se atreve a plantear.

Este tipo de lucha es aun más difícil que tomar las calles, pero también más efectiva. Tendremos que enfrentar a los enviados de la policía política, que tratarán de impedir nuestra participación. Iremos a plantear lo que el pueblo desea, pero con mesura, para no crear un shock. Insertarnos en el juego de la política establecida, para combatirla desde dentro, tomando el liderazgo que nos corresponde, es nuestro reto y necesitamos prepararnos para ello. 



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