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Tendencia no, padecimiento

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - A los especialistas cubanos en salud mental les preocupa el alto y frecuente consumo de alcohol entre los jóvenes de la Isla. Más preocupante es que estos especialistas estén yéndose con la de trapo en el momento de analizar las causas.

Según un reciente reportaje del periódico Juventud Rebelde, ellos encuentran curioso que más del cincuenta por ciento de los jóvenes bebedores -de 14 a 17 años de edad- , entre los que realizaron una encuesta, hayan rechazado tener puntos de contacto con lo que definen como personas alcohólicas. Se diría que tal afirmación de los encuestados los despista un tanto con respecto al origen del problema.

Descartada la influencia directa que puedan ejercer los adultos cercanos a estos jóvenes, los especialistas en salud mental no atinan a dirigir la vista hacia otro causante, como no sea esa manoseada convención según la cual “el latino tiene la costumbre de darle mucho valor al alcohol como condicionante para poder divertirse”.

Tal vez no sea por incapacidad o por falta de agudeza profesional, sino porque hurgar en el fondo de las verdaderas causas, no sólo del alcoholismo entre los jóvenes sino de su proyección social en suma, resulta peligroso para los entendidos.   

Deberían empezar por el reconocimiento de algo que tienen delante pero que no pueden decir, a menos que calcen sus conclusiones con retórica anticientífica. La inclinación al alcoholismo entre los jóvenes cubanos de hoy es apenas un ángulo de una problemática mucho mayor y más compleja y más grave, que pasa, ante todo, por la evanescencia de reales perspectivas para el futuro, por el desmoronamiento de esperanzas y de ilusiones, y por el déficit de los estímulos tanto materiales como espirituales que deben serles propios para el día a día.

Aun cuando no les esté permitido airear sus observaciones, a estos especialistas en salud mental no les vendría mal darse una vuelta alguna noche por la calle G, del Vedado, en La Habana. No es el único lugar de referencia, desde luego. Pero les resultará fácil constatar que entre los cientos de jóvenes que convergen allí, la mayoría no son alcohólicos, aunque casi todos son alienados: Emos, Frikies, Repas, Mikis, vampiros, hombres lobos, adeptos al satanismo y otras hierbas, todos marcados por una misma cruz, la del precoz hastío, la desorientación y la carencia de auténticos patrones de conducta.

También sería saludable para estos especialistas en salud mental que alguna vez se dediquen a examinar, científicamente, sin coyundas, sin supuestos aceptados por la fe antes que por el esfuerzo de la mente, la actitud de esos otros cientos de miles de jóvenes que tampoco son alcohólicos, pero exteriorizan su alienación marchando como robots con banderitas en las manos en las concentraciones políticas y repitiendo consignas cuyo contenido no les va ni les viene.

Más que tendencias desvirtuadas, más que malos hábitos que condicionan su naturaleza latina, el alcoholismo y otras propensiones de nuestra juventud parecen ser síntomas de un padecimiento provocado por la tensión emotiva y el desgaste de la voluntad que les impone su entorno. Pero tal vez los especialistas en salud mental no se animan a llamar esta dolencia por su nombre: frustración.

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