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Platón y las plantillas infladas

Luis Cino (PD)

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Los mandamases, siempre con sus eufemismos, llaman “redimensionamiento” y “reajuste laboral” a la reducción de plantillas infladas, o sea, al despido en los próximos seis  meses de medio millón de trabajadores. Lo peor es que pretenden convencerlos de las bondades de estas “medida impostergables” que contribuirán a “la actualización del modelo económico” (y dale con los eufemismos).

Ay, Platón, cada día le haces más falta a “esta gente” con tus mentiras de dialogante socarrón para “descubrir cuál creencia es más beneficiosa para el Estado y luego emplear todos los recursos de que disponga para asegurarse que durante toda la vida, en discursos, cuentos o canciones, el pueblo bailará al mismo son que él”.

Quedarse sin trabajo no es para tanto, no es como para cortarse las venas, advierte la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), invariablemente oficialista y vertical en el cumplimiento de las órdenes y al servicio del Estado-Patrón.

El consuelo de la CTC no es porque en definitiva los salarios de miseria que dejarán de pagarles no alcanzaban ni para malcomer un par de días, sino porque “la revolución no dejará a nadie desamparado”. Claro que no. Legiones de policías, burócratas de la ONAT, inspectores, custodios de la legalidad socialista y chivatos de toda laya, velarán celosamente por los despedidos mientras se busquen la vida como puedan en la procelosa economía del chinchal y el timbiriche, para que no se enriquezcan y caigan en funestas veleidades capitalistas.

Los sindicatos se encargarán  de que el reajuste laboral “se ejecute en un clima de franqueza, racionalidad, transparencia y justicia”, afirmó Salvador Valdés Mesa, secretario general de la CTC, durante la clausura del Octavo Congreso del Sindicato del Transporte y Puertos, el pasado 18 de septiembre, en La Habana.
  
Las asambleas para pesquisar idoneidades (que no importarán tanto como las cuentas no siempre claras que saquen los burócratas a la hora de botar obreros sin afectar sus bolsillos), según Valdés Mesa, “deben desarrollarse con la más absoluta libertad de criterios, con sinceridad en los planteamientos y con respeto a las opiniones discrepantes”.

¿Quién va a creer en las palabras del Gran Esquirol? Con tantos escuchas del Partido, chivatones y segurosos tomando nota, ¿alguien se  atreverá a ser sincero en las asambleas? ¿Para que lo despidan más rápido? Eso en el mejor de los casos, porque si de verdad van a soltar lo primero que les venga a la boca, directo desde el alma, lo más probable es que se los lleven presos por desacato o escándalo público.  

Ahora mismo, en fábricas, almacenes, oficinas y talleres ya empezó el rafi–rafe proletario. Las broncas, los trapos sucios y la chivatería están a la orden del día. En las asambleas laborales, las trifulcas ya no son como hace años (ah, qué tiempos aquellos de la emulación socialista) por el televisor Krim o el apartamento en la microbrigada donde trabajaste doce horas diarias durante más de diez  años, obras sociales y domingos rojos incluidos,  sino por ver quién se queda en su puesto y no lo reubican en la agricultura o la construcción.

Los sultanes sin swing decidieron jugárselas todas al más chapucero capitalismo de estado con Partido Único. ¡Vengan campos de golf, maquiladoras chinas e inversionistas extranjeros! Las reformas económicas se inician con terapias de choque y medio millón de despedidos. Los que no quepan en los timbiriches y las cooperativas del descalabro, que se las arreglen como puedan. Y que aplaudan.

Carlos Marx, apenado, baja la vista para no ver cómo remiendan el socialismo cubano. Lenin musita no sé qué disparate acerca de la NEP y añora las balas de Fanny Kaplan. Y unos cuantos nostálgicos echan de menos el comunismo que una vez les pintaron en el aire. Ahora que ya no quedan ni siquiera los mitos y las mentiras útiles (para el Estado) que decía el viejo Platón.

luicino2004@yahoo.com



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