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Las medidas que faltaron en la propuesta de Bruno Rodríguez

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, septiembre, www.cubanet.org -La reciente acusación hecha por el gobierno cubano contra el presidente norteamericano Barack Obama,  sobre un supuesto endurecimiento del embargo contra Cuba, parecía ser el inicio de una nueva etapa de inculpaciones entre La Habana y Washington. Cuando aún no se había apagado el eco de su denuncia, el Canciller Bruno Rodríguez sacó una ficha inesperada al aire. Lejos de echarle más leña al fuego, el representante de la diplomacia castrista apaciguó las llamas con la proclamación de 19 medidas, a manera de propuestas, que la administración demócrata puede implementar sin recurrir al levantamiento del discutido embargo.  

El lanzamiento de la idea sorprende, porque después de una invectiva de esta índole se desencadenaba un proceso que contribuían a levantar la temperatura en el altercado político entre Cuba y Estados Unidos. En esta ocasión al discurso acusador sucedió lo  que a primera instancia parece ser una solución civilizada y razonable al problema.

Entre los puntos presentados se exhorta a reabrir la comunicación directa entre los puertos de ambos países, mediante el servicio de un ferri. Quedaría restablecido el puente ideal, y funcional, que antes de 1959 enlazó la península floridana con la cercana nación insular. En esa época viajar hacia o desde Estados Unidos, era una práctica normal. Hacerlo por vía marítima tenía la ventaja de la comodidad y los precios más asequibles.  

La reacción del régimen cubano en el mismo epicentro neoyorkino, donde hizo pública su propuesta de medidas, evidencia entre otras cosas, que los herederos del sistema dirigido por Castro están en una disyuntiva que no les permite muchas posibilidades. Y casi todas pasan por la normalización de las relaciones, regulares o mejores, con el vecino del Norte. Al final terminaron por comprender que las desavenencias políticas e ideológicas pueden convivir perfectamente con las buenas migas en el terreno económico. Ahí tienen a China y Rusia para demostrarlo.

Aunque la parte económica confiere el mayor peso al paquete de propuestas: expansión de los viajes, eliminación de prohibiciones que contribuyen a obstaculizar a los turistas virtuales (formas de pago, destino de las compras, transportación, etc.) en él se incluyen algunas medidas que buscan de alguna manera  evadir el círculo cerrado que pretendió trazar la Ley Torricelli.

La entrada a torrentes del turismo norteamericano ciertamente encarna un serio peligro para el futuro del totalitarismo. Algunos defiendan la tesis de que estas medidas pueden funcionar como el detonante que promueva los esperados cambios en la sociedad cubana. Otros dudan que la interacción dinero turismo suponga por sí sola el fin del sistema vigente en la Isla. Basan su opinión en el pobre impacto, causado por visitantes europeos, canadienses y de otras naciones,  que han pasado por Cuba en estos años.

No obstante ambos grupos tienen razón. Por un aparte el turismo no es el encargado de generar  cambios profundos en ninguna sociedad, aunque de alguna manera el contacto amplio ayuda a preparar el terreno. No por casualidad el mismo gobierno revolucionario señaló tempranamente al renglón turístico de pernicioso y lo eliminó por tal. Ni siquiera miraba con buenos ojos a los que venían en plan de paseo desde los países hermanos, allende al Muro.

No obstante hay que reconocer cierta genialidad a la jugada.  Solo le faltó algo para hacerla realmente impecable. Las medidas propuestas parecen concebidas principalmente para el turista norteamericano o de otros países, pero no queda claro si en ellas están contemplados más de un millón de cubanos que residen en Estados Unidos o tienen esa ciudadanía. Si la intención de romper cercos es sincera, o busca dar esa sensación, Bruno Rodríguez debió incluirlos de manera prioritaria, sin exclusiones, en un punto que pusiera fin a las restricciones y barreras insostenibles, mediante las que el gobierno cubano niega a los exiliados el libre acceso y la condición de pertenencia a su país de origen.

La estocada hubiera sido perfecta con el decreto de apertura a la inversión de cubanos establecidos en Estados Unidos y otras partes del mundo.  Un gesto demasiado audaz, para el que no creo exista disposición y posibilidades reales en este momento, que habrá de producirse en un futuro próximo. Adelantarlo habría puesto en aprieto a los dos embargos. Pero la doble derrota en beneficio del pueblo cubano,  simple espectador en esta esgrima política, es algo que no puede estar en los planes de Bruno. Sería como  pedirle que se auto agrediera.




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