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Muertes y reformas

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Parece que la élite política en Cuba ha conseguido la fórmula ideal para conservar sus posiciones hasta el inexorable desenlace biológico. Una valoración objetiva sobre este asunto permite avizorar más de lo mismo.

Junto a las propuestas de contenido retórico y marginales valores prácticos, referentes a un programa de cambios estructurales, se alza la tendencia a continuar con la aplicación de la fuerza, tanto desde la perspectiva del lenguaje utilizado en las tribunas, pasando por la inamovilidad del código penal, con su estela de arbitrariedades y la impunidad con que actúan las  organizaciones de masas y policiales.

Todavía el régimen cuenta con cierto margen para canalizar el descontento social. Una de las vías utilizadas con este fin está dada por el uso recurrente de metodologías blandas, donde se incluyen ciertas permisividades, como permitir actividades ilegales en la lucha de la población por la supervivencia.

Más de 50 años ininterrumpidos en el ejercicio del poder, sin desafíos de consideración, evidencian el éxito de una gerontocracia dispuesta a defender sus intereses de clase con las armas a su alcance.

A estas alturas de la historia nacional, y observando el contexto, no sería desacertada la opinión de que la muerte natural de los principales líderes representa la única posibilidad de que Cuba pueda abrirse a la democracia.

Tales conclusiones establecen las coordenadas de un pesimismo a ultranza y exponen las vastas demarcaciones de la resignación ante los desafíos a enfrentar día a día.

Es justo reconocer que una parte significativa de la población se encuentra en las cercanías de estos tipos de respuestas frente a una larga suma de eventos existenciales desfavorables.

Al desaparecer (en buena medida) los incentivos, y una cobertura legal creíble para la reivindicación de derechos de carácter social, económico y político, las opciones para cientos de miles de cubanos comienzan y terminan en el ejercicio de la doble moral, planes para abandonar el país, y otras conductas que no tienen nada en común con la beligerancia cívica o métodos que entrañen grandes riesgos de ir a la cárcel tras ser estigmatizado como contrarrevolucionario. 

Con tales dificultades internas, es imposible forjarse ideas ambiciosas respecto a un avance ostensible en el camino de las reformas del sistema, al menos en los próximos dos años. El mundo continúa en recesión y las prioridades de cada país seguirán recayendo en la necesidad de superar los efectos de la crisis en sus respectivas sociedades.

Al margen del crecimiento de los números negativos de la economía cubana, faltaría la coincidencia de no pocos elementos, que empujaran hacia la construcción de otra república sobre fundamentos lógicos. Entre el flujo de petróleo venezolano, el funcionamiento del aparato represivo y la falta de una política internacional coordinada y que evita una implicación a fondo, por dispares motivaciones, que estarían desde la relativa lejanía de Cuba en el índice de prioridades hasta asuntos que atañen a la compleja evolución del escenario político y social interno, es suficiente para no esperar grandes sorpresas a corto plazo.

A no ser que haya al menos dos muertes, obviamente por enfermedades u otros percances asociados a la senectud, Cuba continuará a medio camino entre la pureza dictatorial y un autoritarismo light. 

oliverajorge75@yahoo.com    



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