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Carta abierta a Ricardo Alarcón y demás miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba

Testimonio de Rolando Jiménez, prisionero político

ISLA DE LA JUVENTUD, PRISIÓN EL GUAYABO, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) –

Prisión El guayabo, 4 de septiembre de 2010

Señores diputados: Los cargos públicos imponen el deber de ser honesto y fieles a la verdad. Cuando se viola esta norma de conducta, se corre el riesgo de ser calificado de mentiroso e incapaz para el desempeño público.

El reciente aislamiento de Gerardo Hernández Nordel en una celda de castigo provocó declaraciones de dirigentes gubernamentales ante la Asamblea Nacional, en contra del sistema penitenciario de los EUA, lo que provoca asombro en quienes como yo, hemos sido víctimas de conductas similares y peores, por parte de las autoridades penitenciarias cubanas.

Como miembro de la gran familia humana, estoy en contra de toda conducta que constituye un trato cruel, denigrante o inhumano, por violar la sagrada dignidad humana.

Las expectativas de nuestra posible liberación, en un futuro próximo, no me permiten convertirme en cómplice de las falsedades expresadas por el Presidente de la Asamblea Nacional sobre el sistema penitenciario cubano.

Es posible que algunos centros penitenciarios (la minoría) cumplan las condiciones expresadas. En la prisión donde llevo 7 años y 5 meses, no nos garantizan agua las 24 horas, y sé de otras prisiones con igual problemática. Creer que los reclusos disponen de agua las 24 horas es una estupidez, cuando una gran parte de nuestro pueblo no dispone de agua las 24 horas, a pesar de los esfuerzos que el gobierno dice realizar para solucionar esta problemática.

En esta prisión, y en la mayoría de las prisiones en Cuba, los dormitorios no tienen ventilador de techo, ni se le permite a los reclusos poseer ventilador para aliviar los efectos del calor. Como consecuencia muchos reclusos presentan erupciones en la piel como salpullido y otras afectaciones provocadas por el calor, y los servicios médicos no disponen de los medicamentos pertinentes para tratar estas afecciones. Ninguna prisión en Cuba suministra agua caliente a los reclusos para bañarse en el invierno, por lo que tenemos que bañarnos con agua fría, lo que provoca que muchos reclusos contraigan catarro y otras enfermedades respiratorias.

Al calificar de tortura el aislamiento en celda de castigo de Gerardo Hernández, el gobierno cubano se califica así mismo de torturador. Durante más de 5 años se me mantuvo aislado en celda de castigo, situación de la que también han sido víctimas la mayoría de los que sufrimos presidio político en Cuba. Sin mencionar las golpizas, ofensas y amenazas contra nuestras personas y miembros de nuestras familias. El castigo persiste en el sistema penitenciario cubano, como medida disciplinaria, y durante el mismo se aísla al recluso en una celda de castigo, privándosele de sus pertenencias, colcha, colchón, sábanas, etc.

En esta prisión las celdas de castigo no disponen de alumbrado artificial. En la celda conocida por “La tapiada” ni siquiera luz natural penetra. Lugar en el que he sido confinado en varias ocasiones, por negarme a colaborar con las autoridades.

Los servicios médicos son deficientes, y no cuentan con la disponibilidad de medicamentos necesarios para tratar los padecimientos de los reclusos.

En mi caso particular, después de 1 año solicitándolo, fui atendido por el alergista por el agravamiento de los ataques de asma, indicándome un tratamiento a base de beclometasona, y 6 meses después todavía no se me ha suministrado el medicamento porque las autoridades alegan no tenerlo.

Con mis propios ojos he observado situaciones que sirven como argumento para un filme de terror. Pero lamentablemente constituyen una triste realidad del sistema penitenciario cubano.

Los médicos de esta prisión acusaron al recluso Norge Cuello estar fingiendo una parálisis y lo aislaron sin atención médica más de 2 semanas en una celda, sin comer, defecándose en su camastro, y al ver que prácticamente estaba muerto lo condujeron a un hospital en el que murió, sin que le exigieran responsabilidad penal a los autores de este crimen.

Pudiera continuar poniendo ejemplos que demuestran la falsedad de las declaraciones realizadas por Alarcón. Pero nuestro pueblo no necesita de ello, porque la mayoría de los cubanos tienen miembros de su familia recluidos que narran esta realidad penosa.

Lo importante no es señalar el mal, sino que las autoridades cubanas adopten las medidas pertinentes para evitar que estas conductas continúen manifestándose en el sistema penitenciario cubano.

Las mentiras pueden brindar una imagen positiva por un período, pero la verdad siempre se abre paso y sale a la luz. Póngase fin a estos tratos crueles y denigrantes en el sistema penitenciario cubano, y ríndasele culto a la dignidad del ser humano. Para lograrlo sólo se necesita voluntad patriótica.

Rolando Jiménez Pozada, prisionero político y de conciencia





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