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Terrorismo psicológico

Yosvani Anzardo Hernández

HOLGUÍN, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – Hace unos días, un amigo aseveró: “Cuba es un país geométrico, con problemas angulares que son obviados en el programa Mesa Redonda”.

Aquello sonaba a drama, porque en esos programas televisivos se debaten los  problemas del mundo, como si en Cuba no existieran, y muchas veces más serios. Pensé que tal vez esos tipos que van a disertar andan más borrachos que una cuba. De cualquier forma, el programa Mesa Redonda funciona como un rombo, con ángulos agudos y ángulos obtusos, y como es lógico, ahí no caben los necesarios ángulos rectos.

Para esos tipos el mundo siempre se cae a pedazos, y es esa la voluntad política de quien tiene como símbolo de su poder un rombo en sus charreteras de máximo líder, y como dirían Les Luthiers, "reflexiones sinuosas, y razona fuera del recipiente".

En Cuba la gente esperaba que el Comandante (que siempre orientó hasta cómo se debe freír un huevo con agua) diera con la fórmula mágica que la sacaría del hambre y la penuria, pero el máximo se niega a dirigir su mirada a los humildes e “inocentes” que estuvieron tantos años rezándole al santo equivocado. Castro niega los peces y todo lo demás, y sólo se dirige a la multitud para asustarla. Los hay que intentaron suicidarse para no ver la próxima destrucción del mundo prevista para el año 2012. Mucha gente se consternó, y otros entendieron la parte que dice que en ese año se cumple el fin de un ciclo matemático; pero éstos fueron los menos.

En Estados Unidos, la transmisión radial de la novela de H. G. Wells, La guerra de los mundos, en 1938, causó pánico colectivo (gracias a la adaptación magistral que hiciera Orson Welles), aunque algunos la disfrutaron.

Las cuitas del joven Werther, de Goethe, libro publicado en 1774, fue una obra que también provocó suicidios. Son ejemplos de ocasiones en que, sin intención, se asusta a las  personas.

En Cuba, Castro insiste en asustar, esta vez con guerras nucleares, a ciudadanos preocupados por la alimentación de los hijos. En el fondo anhela una guerra donde mueran muchos que nada tengan que ver con él, que nos odia, y por eso en su discurso no hay palabras de aliento.





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