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Alergia a la coexistencia

Juan Carlos Linares Balmaseda 

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Todo parecía tranquilo cuando salimos de la sede del gobierno municipal de La Lisa, después de que ocho activistas de la iniciativa ciudadana Voces del barrio, dejamos una carta en el escritorio de la secretaria del Presidente de la entidad. 

Los reclamos presentados son: 1): El estado deplorable en que se encuentra el estadio de béisbol de Punta Brava. 2): Las ilegalidades que se presentan en el Liceo de Punta Brava. 3): La escasez de actividades culturales y de recreación en esa comunidad. 4): La ineficiente recogida de basura, y 5): Que se permita el acceso a correos electrónicos en el Club de computación. 

No había prensa extranjera, sólo un corresponsal independiente (que redactó esta información). Fuera de la sede de gobierno esperaba Alicia Curbelo con una cámara para dejar constancia de nuestra salida del lugar. Luego de salir nos detuvimos en el mismo parque donde, a las diez de la mañana, nos agrupamos para entrar en la sede del gobierno. Conversamos sobre lo apacible que había resultado la incursión.  
 
Por las ventanas del edificio se asomaban los empleados. Varios hombres se encaminaron hacia nosotros. Nos rodearon. Uno de ellos se quitó el reloj en un acto de fanfarronería. Vociferó que no se podía tirar fotos al edificio de gobierno e intentó quitarnos la cámara.

-¡Nada de eso! Usted no es policía y no hay nada que prohíba fotografiar este lugar –ripostaron casi al unísono los activistas.

Los hombres se marcharon después que habló el fanfarrón para decirnos:

-¡No los quiero ver otra vez por aquí!

A cien metros estaba se encontraba la sede municipal del Departamento de Atención a la Población, a donde nos dirigimos para pedir una cita con el Presidente del Poder Popular municipal, y denunciar el maltrato. Otro grupo llegaría minutos después y se reuniría con Silvio Benítez, quien encabezaba a los activistas. Luego nos encaminamos a la parada de la guagua con el propósito de retirarnos del lugar.  

Entonces llegaron cinco agentes de la policía política. Recogieron los carné de identidad a los que estábamos allí (tres ya se habían marchado), y estuvimos detenidos bajo el alero de un centro comercial hasta que concluyó el interrogatorio. 

Entre lo que se dijo, dos ofensas me tocaron hondo. Uno de los agentes dijo que en Cuba no está prohibido pensar diferente, y que nosotros somos prostitutas  del imperio. Se sabe, por ejemplo, que el deportista del que se sospeche un pensamiento diferente al oficial, nunca hará equipo, y quien dice deportista, dice artista, piloto, marinero, funcionario diplomático. Por otra parte, pensar diferente y no manifestarlo es hipocresía, un mal que destruye a la sociedad cubana.  

En cuanto a lo de prostituta, ni me quiero dar por enterado. No soy yo quien besa las manos, los pies y otros órganos al tirano que nos oprime. Ellos sí.





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