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Caciques

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - No debiera extrañarnos que el cacareado proceso para desinflar plantillas en Cuba se quede trunco más temprano que tarde, como ha sucedido en tantas otras ocasiones en las que el régimen compró cabeza y luego le cogió miedo al sombrero. 

Una de las primeras reacciones que ya está en la calle es el comentario de la gente en el sentido de que en la mayoría de los centros laborales, especialmente en los que pertenecen a la llamada Administración del Estado, hay más caciques que indios, por lo que para desinflar plantillas sin afectar contenidos de trabajo, sino al contrario, bastaría con reducir el número de jefes.

El incontenible chorro de dirigentes menores, medianos y mayores conque nuestro totalitarismo barajó durante décadas su inutilidad administrativa merece un capítulo de honor en los anales de la burocracia, o del esperpento tal vez.

Detrás de cada puesto de labor productiva o de servicios hay camiones cargados de informes y planillas. Detrás de cada informe y de cada planilla hay siempre un jefe. Por encima de ese jefe, hay otro jefe al que se le deben entregar las planillas y los informes. Y por encima, otro jefe para darle el visto bueno a los informes y a las planillas. Así sucesivamente hasta el delirio.

Es difícil que podamos encontrar a uno solo de estos jefes que perciba un salario menor que el de cualquier empleado digamos bien pagado. Es tan difícil como hallar a uno solo que sirva para algo más que para actuar como policía de sus subalternos y para entregar informes.

La plaza de “sindicalista profesional” es surrealismo crudo, de pesadilla. Desde el nivel de Buró Sindical en las empresas o en los municipios hacia arriba, deben ser miles los dirigentes sindicales a los que el sistema les paga un salario sin aportar lo más mínimo a la sociedad, pues queda descontado su papel como “representantes de los trabajadores” para cualquier reclamo ante el patrón estatal, que es justo quien le paga al sindicalista y quien le da las órdenes.

Idénticas son las estructuras burocráticas para los dirigentes
“profesionales” del Partido Comunista de Cuba o de la Unión de Jóvenes Comunistas: desde la empresa y el municipio hasta el Comité Central. Sin contar el nutrido batallón de los que cobran como cuadros profesionales del Poder Popular.   

No en balde la gente está opinando que no resulta serio proponerse desinflar plantillas si no es a partir del reconocimiento de que, ante todo, sobran caciques.

Ahora bien, si ocurriese el milagro de que los desinflaran, ¿dónde van a meter a los miles de millares de jefecillos, jefes y jefazos que a lo largo de decenios no se han dedicado más que a ir a reuniones, inventar informes, poner cuños y llenar planillas? ¿Mediante qué otro milagro van a convertirlos en trabajadores productivos?

Tendríamos que esperar hasta el noveno inning para ver en qué para este juego. Pero me temo que la espera no será prolongada. Es probable que el juego resulte interrumpido mucho antes del fin, por amenaza de tormenta con truenos. 

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